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Alfredo Gutierrez y Dario Gómez grabaron dos canciones a dúo en Medellín

«El Rey del despecho» y «el Trirrey vallenato» unen sus voces en dos «ranchenatos» del álbum que Darío Gómez espera tener en tiendas para el mes de abril. «Un clavo saca otro clavo», compuesto por Gutiérrez, y «Muerte de un inocente», de Calixto Ochoa, serán los temas que pongan a sonar al unísono a dos de los intérpretes que mejor conectan con el alma popular del pueblo colombiano.

El cantante antioqueño también incluirá un tema que grabó con Helenita Vargas, Limosna de un hijo, y dos temas más que grabará con Alci Acosta. Uno de ellos es La copa rota.

Crónica escrita por Juan David Montoya publicada en El Colombiano

Pasadas las dos de la tarde, un hombre de lentes oscuros, zapatos de cuero, pantalón plisado y camisa de mangas largas cruza una de tantas calles solitarias que tiene Santa Gema. A zancadas largas, pocos reconocerían a ese hombre que se esconde tras un par de cristales, opacados por un sol que no da tregua. La sombra lo cobija al fin cuando llega hasta una casa blanca, de tres plantas, garaje amplio y balcón, donde le hacen seguir. Adentro le llaman “don Darío”; afuera, en Colombia entera, le dicen Rey.

Hasta hace un año, la casa y el estudio de grabación que esta atesora eran el cuartel central de Discos Dago, la compañía de producción discográfica que Darío Gómez Zapata, el Rey del Despecho, fundó en 1982.

Empresario, ídolo máximo de la guasca, poeta y filósofo popular. Con 37 años de carrera artística, Darío Gómez es también una marca, un sello de la música rural antioqueña que hoy viste impecablemente mientras una cadena asoma de su cuello de camisa despuntado.

“Mi pensamiento, de todas maneras, era vender el estudio”, comenta el ídolo de la guasca en medio de esta, una entrevista de la cual no tenía conocimiento. “Por el asunto de la piratería no le puedo grabar a muchos artistas, porque no se recupera la inversión. Ya eso pasó a otro lugar… ”.

De pronto una voz alegre que se escucha a la distancia lo interrumpe. Quien sí sabía de esta entrevista es Alfredo Gutiérrez, que entra como un rayo, bullicioso como una chirimía, a lo que ahora es el estudio de grabación del Grupo Galé.

“¡Alfredo!”, saluda emocionado el antioqueño nacido en San Jerónimo, como si se conocieran de toda la vida. Un abrazo y el torbellino de la sabana sucreña ya está en lo de la entrevista. “Lo de hablar es cortico porque ya el señor va a cantar”, asegura.

Comandando el proceso de grabación está Gutiérrez. Como su canción, tiene los ojos indios, la piel curtida, tres coronas del Festival de la Leyenda Vallenata en su bolsillo, 68 años y una figura maciza.

En persona, el Rebelde del Acordeón parece una versión ligeramente moderada del rockstar que es él mismo en tarima. Quien haya visto en concierto al exacordeonero de los Corraleros de Majagual sabe exactamente lo que es una estrella de rock en versión vallenata.

En vivo, Gutiérrez canta, salta, baila, echa chistes, toca el acordeón al derecho y al revés, con las manos y también los pies. No es exageración. El acto altamente histriónico incluye un solo de acordeón que el maestro interpreta entre relinchos, encaramado en hombros de sus compañeros, y con el instrumento entre sus piernas.

Dos palomas guarumeras

Codo a codo, las diferencias entre Darío Gómez y Alfredo Gutiérrez sobresalen, si es posible, aún más. Física y musicalmente, no podrían ser más distintos, o más fieles a la región colombiana que representan.

El Rey del Despecho habla con la timidez y severidad de los campesinos antioqueños; el trirrey vallenato con el desparpajo y la picardía de los juglares del Caribe. El antioqueño tiene una voz profunda, de locutor de radio; el sucreño, una aguda, como de vendedor ambulante. El primero camina con solemnidad. Gutiérrez, con el baile entre el cuerpo. En pocas palabras, Darío es anís y Alfredo es ron, por más que quiera morirse borracho en un mar de aguardiente, como dice su canción.

Otras cosas los acercan. Además, el origen en medio de las carencias de la provincia, cuenta Darío que se conocieron hace más de 20 años en Granada, Meta. Desde entonces han sido incontables los festivales, ferias, carnavales y otras tantas fiestas en los que han coincidido.

“Yo pienso, como dice Calixto Ochoa, que Darío y yo somos otra marca de gente”, asegura Alfredo, para quien el sabor de la sabana le llegó de la mano de Dios. Igual piensa Darío Gómez: “Muy agradecido me mantengo yo de Dios, de haberme dado esa oportunidad como compositor y cantante, en este caso como poeta, de darme ese don de escribir mis poemas, mis canciones, y que hoy, y quién sabe hasta cuando me lo puede permitir Dios, estarán vigentes dentro de una comunidad”.

Finalmente, las telenovelas. El Canal Caracol puso a Darío como el artista que inspiró la carrera de Wendy Jiménez, interpretada por la actriz Adriana Bottina. “No critico a mal la telenovela Nadie es Eterno en el Mundo, porque me parece que es algo que hizo el Canal Caracol con mucho respeto por el personaje, y con mucha calidad, solo que me gustaría hacer algo similar pero con mucho conocimiento de mi vida”, comenta.

Alfredo no se queda atrás. Comenta que ya le contó a guionistas de RCN el 70 por ciento de su vida. Más demora en volar la paloma que el canal en sacar la telenovela. ¿Qué se verá ahí? “La realidad cruda”, responde el maestro. “Va a ser una novela tierna de un niñito, que se levantó tocando acordeón en los buses, en las esquinas, en los viejos troles de Bogotá para sostener a la familia; de cómo me tocó luchar para que me dieran una oportunidad para grabar, como compuse La paloma guarumera, por ejemplo”.

Casi 50 años atrás, iban Alfredo y su combo musical a bordo de un jeep por una carretera que cruzaba el municipio de San Andrés de Sotaveno, Córdoba. El acordeonero iba borracho, pero no era cualquier borrachera. Era la primera rasca de muchas que se pegaría el más ganador del Festival de la Leyenda Vallenata.

El jeep se hizo a un lado del camino. Alfredo se tumbó al suelo, adormecido por el alcohol. Fue entonces cuando la vio y llegó la canción, una que habla de un animal que es como él, también como el Rey del Despecho.

“La paloma guarumera es como el compositor, como el cantante -asegura-. Tienen su personalidad y no se crían en casa, en cautiverio. ¡Ni que le digan a Darío, componeme una canción así!”.

Fuente: El Colombiano

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