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Así es el nuevo acordeón «Emiliano Zuleta» de Hohner

La empresa Hohner hizo un homenaje al acordeonista Emiliano Zuleta lanzando una edición limitada con su nombre.

El año pasado, para la época del Festival de la Leyenda Vallenata, Alberto Murgas, quien decora su casa en Valledupar con los acordeones que colecciona, abrió las puertas de su museo a figuras del género, así como “a la gente de Hohner”, la fabricante de acordeones más famosa del mundo.

“A Emilianito (Zuleta) también lo invité”, cuenta Murgas, como si compusiera, sobre sus palabras, uno de esos vallenatos viejos que elevaron el género a la categoría de patrimonio cultural inmaterial de la nación. Ese día, en vísperas de una nueva ebullición de sonatas de acordeón, caja y guacharacas, se firmó un papelito, que quedará para la posteridad como el precursor de un bautizo vallenato único.

El papelito firmado decía que Emilianito Zuleta Díaz, hijo de Emiliano Díaz Baquero y Carmen Díaz, hermano de Tomás Alfonso, nacido el Día de los Inocentes de 1944, sería el primer colombiano en darle su nombre a un acordeón Hohner.

Un juglar de oficio, de los que aprenden a tocar sobre la arena caliente y debajo de un cañaguate reventado de amarillo, tendría por tocayo a un acordeón de estirpe alemana, como ese al que le compuso y cantó en 1985, cuando tocaba junto con su hermano Poncho. La misma composición que ganó en el Festival Vallenato en la categoría de canción inédita.

“El acordeón tiene una sonrisa/ y una elegancia muy especial. Es como una muchacha bonita /de esas que tiene Valledupar”, soltaba Emilianito, hoy hecho música tangible en una edición limitada, que comenzará a producirse en junio y saldrá el mercado aproximadamente en noviembre, como precisa Humberto Judex, representante de Hohner en Colombia.

Un rojo estrellado o sparkling red acoge un diapasón de madera más durable, que hace que “la forma de tocar se sienta más firme”, en palabras de Judex, quien también destaca una felpa situada en el mecanismo de las teclas, que hace que, al accionarlas, no suene el metal, un sonido que no es natural del instrumento y que suele empañar las grabaciones en estudio.

La botonera es más amplia, el fuelle trae cintas más resistentes y la correa del bajo es ajustable. Un estuche deluxe, de un material más grueso, abraza las ganas de Emilianito por hacer de su idilio con el acordeón una historia eterna, que gravite en los dobleces de su instrumento predilecto tanto como lo hace en sus clásicas composiciones.

Solo existen dos prototipos del acordeón ‘Emiliano Zuleta’. Uno lo tiene su tocayo, por supuesto, y otro es custodiado en la Casa Beto Murgas-Museo del Acordeón, que alternará con la distribuidora Ortizo, de Bogotá, para que sea visto por más ojos, tocado por más manos y recordado por un número mayor de personas.

Aún no hay precio final para este ‘Emilianito’ de madera, aunque el compadre Beto ya se anima, como docto en el tema, a darle valor: “Tal vez dos millones, o dos millones y medio”, vaticina. Sin saber cuánto costará al público un prototipo del acordeón, ya hay una valía incuantificable en su propia existencia.

Míster Klauss Werner, director de producto de acordeones de Hohner en el mundo, llegó al Festival Vallenato a presentarle al juglar el instrumento que inspiró.

El alemán se fue fascinado porque descubrió que Colombia es el país que más vibra al desplegar un acordeón.

Andrea Jiménez
ADN

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