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Los amores de Juancho Rois

En la vida de Juancho Rois se apareció una bella joven monteriana para llenarlo de gigantes ilusiones. La responsable del estreno del más intenso amor en su corazón era Jenny Cecilia Dereix Guerra, quien recuerda los hechos que hicieron posible el noviazgo y posterior matrimonio con el artista. (Ver también: Exprotagonista de novela será la esposa de Juancho Rois en la novela de Diomedes)

“A Juancho lo conocí en Bogotá y de ahí comenzamos a salir hasta que nos hicimos novios. Vivimos dos años de amores hasta que nos casamos, pero la felicidad duró poco. Fueron 33 días de matrimonio y recuerdo que cuando le dije que estaba embarazada se puso muy contento, demasiado contento. Él, estaba en grabación y yo fui a darle la noticia. Ese día recuerdo como detalle especial que me compró todas las flores que tenía una vendedora”.

Después de este relato, Jenny se queda callada recogiendo pedazos del ayer, arma el rompecabezas de lo que sin duda son sus mejores recuerdos, acomoda el dolor en su alma y continúa. “Los días eran normales. Caminábamos juntos, nos bañábamos, me acompañaba a la universidad. Éramos muy felices”, y cierra con un dejo de nostalgia como si hasta allí hubiese alcanzado a durar la dicha.

En medio de esos recuerdos se toca el deceso de Juancho y entonces se quiebra el cristal de ese bello encanto.

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‘Él me llamaba constantemente de Venezuela. Ese día me llamó en la mañana y me dijo que iba a tocar una parranda y que regresaba lo más pronto posible. Yo estaba sola en el apartamento en Bogotá y me llamaron para decirme que Juancho se había accidentado. Como pude conseguí el número telefónico de allá. Llamé y me dijeron que había muerto. Lloré, grité y mi dolor no tenía nombre porque Juancho no pudo disfrutar de la felicidad y el derecho de ver nacer y crecer a su hijo”. El niño nació el sábado seis de mayo de 1995 y se le puso el nombre de su padre, Juan Humberto.

El retoño de Juancho

Yo estoy dispuesto a brindarte
mi vida y mi corazón,
y eso para demostrarte
lo que te quiero por Dios.

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Los recuerdos de Juancho siguen revoloteando y su hijo relata que su mamá Jenny, le cuenta que su papá fue un hombre noble, bueno, amoroso, excelente acordeonero y que le hizo a ella una bonita canción. Guarda silencio y de repente sorprende con una sincera declaración. “Yo tenía derecho a conocer a mi papá, nadie sabe el vacío con que he crecido”. Y recalca que “según me cuenta mi mamá, mi papá estuviera orgulloso de mí, porque desde el día que supo que ella estaba embarazada se volvió loco y dijo que quería que yo fuera acordeonero o futbolista”. Jenny corrobora esas palabras diciendo que en el apartamento había acordeones y Juancho le compró un balón al hijo que venía en camino.

Juancho, le gusta que lo llamen así, como a su papá, y dice que le gustaría aprender a tocar acordeón, pero solo por hobby.

Sigue hablando de su papá y cuenta que “me siento muy feliz y orgulloso de mi papá. Tengo sus fotos, veo sus videos y pienso que fue un hombre alegre porque aparece siempre sonriendo. Una vez fui a saludar a Diomedes Díaz y me contó que extrañaba mucho a mi papá, dígame a mi que no lo conocí”.

No había lugar a más preguntas porque el recuerdo lo puso triste y con la voz entrecortada.

Jenny, toma la palabra y dice “el niño desde siempre ha sido muy apegado a su familia. Juancho, su papá, cuando supo que estaba esperando un hijo me sobaba la barriga y le decía “Mi mochito”. Esos fueron momentos bellos de la vida, pero ahora ese niño ha crecido y tiene muchas cosas de su papá. Por ejemplo a Juancho le gustaba que le rascaran la espalda, incluso pagaba y al niño todas las noches hay que rascarle la espalda. Mira que aunque no conoció a su papá hay cosas que las lleva en la sangre. Mi hijo es mucho de su papá. Él, tiene muchas ilusiones en la vida, quiere ser un reconocido administrador de empresas o ganadero y pensar que su papá decía que el monte era para las vacas”.

El recuerdo vivo

El amor nació de una mirada de Juancho a Jenny en una caseta de Montelibano, Córdoba, y que con el paso de los días se afianzó a pesar de algunos tropiezos. En medio de esos avatares del sentimiento y ante la oposición de los padres de su amada, Juancho no encontró otra salida que decirle en un canto que no entendía, que su amor era más grande que las fuerzas de Sansón y que estaba dispuesto a entregarlo todo para llevarla al altar. Sus razones las enmarcó en un titulo. ‘Por qué razón’ y le colgó unos versos donde hablaba su corazón.

Jenny estudiaba ingeniería en Bogotá y hasta allá llegaron las muestras de amor de Juancho Roís. Un amor tan inmenso que era capaz de colmar de detalles a su amada. De esa enorme lista hicieron parte flores, serenatas, dulces, tarjetas, muñecos y “hasta un perro que me gustó en un parque. No sé como hizo, pero me lo consiguió de la misma raza”.

La canción y las palabras sinceras del acordeonero lograron su afecto y con el viento a favor  se casaron felices y con la bendición de todos, el domingo 16 de octubre de 1994. En la iglesia San Pablo Apóstol de Montería fue el lugar donde Juancho y Jenny se juraron amor eterno, pero el destino los separó.

A Jenny se le derrumbó la vida, especialmente las ilusiones que comenzaba a construir con su Juancho. No entendía como un ser bueno, noble y amoroso la dejaba sola y con un hijo en sus entrañas.

jenny dereix la esposa de juancho rois

“De Juancho tengo los mejores recuerdos. Su alegría, su espontaneidad, su nobleza, el cariño hacía sus amigos y todos los que lo rodeaban. Juancho fue de esos hombres que dejó huella en el mundo, especialmente en la música vallenata donde se convirtió en ídolo, un ídolo inolvidable que tiene su principal seguidor en su hijo Juancho”.

Juancho Roís Zuñiga partió dejando regados miles de recuerdos por la vida que transitó durante casi 36 años. A su mamá Dalia le regaló el más grande amor de hijo, a Jenny le dejó a Juancho, a Diomedes una imagen de la Virgen del Carmen y a sus seguidores y amigos sus notas que hoy y siempre sonaran sin descanso porque con el acordeón era ‘El fuete’.

Ese que en sus últimos años de vida escribió gloriosas páginas vallenatas al lado de Diomedes Díaz, quien en su obra ‘Canto celestial’, le dijo: “Compadre Juancho no fui a su entierro, porque no quise verlo enterrá, porque así yo me hago la idea, de que usted esta viajando lejos, que está con Dios allá en el cielo”.

Juan Rincón Vanegas
El Pilón

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