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«La ciquitrilla, La gringa y La leona son canciones de comedia para hacer reír»: Iván Ovalle

El compositor confiesa que llora cada vez que escribe un tema y crítica al vallenato de la nueva ola, que, según él, no está produciendo artistas sino comerciantes y tiene un contenido fugaz.

Iván Ovalle es uno de los compositores más destacados del folclor vallenato. Su obra comprende grandes éxitos que han sido interpretados por los más grandes artistas del género. Es un hombre cuya sensibilidad le ha permitido acercarse a la vena poética que otrora alimentaran Fredy Molina y Gustavo Gutiérrez Cabello, entre otros. En diálogo con El Espectador, Ovalle comparte la percepción y preocupación sobre el estado del folclor vallenato y habla de su extensa obra musical.

Si bien es cierto que la tendencia en la industria musical es que los temas sobrevivan poco tiempo, uno ve gente de distintas edades disfrutando sus canciones. ¿Cómo lo logra?
La camada de compositores que surgió luego de Escalona, Rosendo Romero, Roberto Calderón, entre otros, vino con una herencia musical que recibimos con mucha responsabilidad y que nos llevó al convencimiento puro de hacer canciones no para tres meses sino para el resto de la vida. Esa es la visión propia del artista que no muere, de tantos compositores que han hecho de nuestro folclor esta herencia. Si hemos llegado a tantas almas es porque le hemos puesto el corazón y transmitimos sentimiento.

En una de sus canciones decía que no es más que un pálido reflejo de la inmortal memoria que dejaron los juglares del vallenato. ¿Sigue pensando igual?
Cuando hice esa canción tendría 18 años. En ese momento me sentía un reflejo de toda esa grandeza. Los seres humanos maduramos, el tiempo va pasando y la memoria colectiva, cada vez que canto en un escenario, hace su manifestación a ese aporte que hemos hecho en 25 años, y me siento algo satisfecho. Digo algo porque todavía no he compuesto mi mejor canción.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿Alguna vez ha tenido que llorar sus temas mientras compone?
Siempre hago eso, es allí donde siento el nivel de la canción. Le digo a Dios: ¿por qué me regalaste esto tan hermoso? Lloro de emoción al ver cómo Dios me ha dotado de un talento muy especial. Porque de los miles de millones de habitantes que tiene el planeta pocos tienen la bendición de ser compositores, independientemente de que les graben. Ese ser humano que mira, habla y camina como compositor y no asume otra realidad de vida. Yo veo la vida en canciones.

Ha dicho que tiene una preocupación respecto a la nueva ola. Cuénteme más de eso.
Lo que ha pasado con esta nueva generación es que sus producciones no tienen ningún contenido, es un contenido fugaz. Tú no ves plasmado ningún contenido, ninguna maestría en el verso. Eso de que le partí la ciquitrilla, que la gringa la encontré en el internet, que se convirtió en leona, son canciones caricaturescas sin contenido alguno, canciones de comedia para hacer reír. Distante de todo lo que caracteriza al vallenato, que es plasmar los sentimientos y que el pueblo se sienta reflejado. El vallenato viene decreciendo con la nueva ola; parece que creciera en audiencia, pero decrece en esencia. No estamos produciendo artistas sino comerciantes, mercantiles que van detrás de un dinero y son capaces de pegar lo más aberrante a fuerza de dinero, aunque hieran el folclor.

Es decir, ¿las generaciones venideras podrían perder la esencia de lo que es el vallenato?
Pasará lo que sucedió con el porro: los seguidores se irán desestimulando porque será igual escuchar un vallenato que un reguetón o cualquier género que no sea profundo como el vallenato. La identidad del vallenato es lo que hace que haya llegado a tantos niveles de la sociedad colombiana.

Viene trabajando con una fundación para incentivar el rescate y la valoración del compositor dentro del vallenato. ¿De qué se trata?
Mi fundación no es social, es cultural. Propende por el fortalecimiento de la cultura y por llevar la enseñanza de la composición a los niños. Queremos incentivar a los jóvenes que tienen el talento y la voluntad, pero carecen de apoyo para ejecutar un instrumento o desarrollarse como compositores.

Carlos Eduardo Manrique
El Espectador

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