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Wilfran Castillo y Rosendo Romero: Dos gigantes paralelos pero confluyentes

Por estos días en que la industria de la música vallenata tiene todas sus máquinas trabajando al máximo, con un Festival Vallenato que, aunque cuestionado jurídica y éticamente, sigue viento en popa; con un Diomedes Díaz echándole ‘vainazos’ a los jóvenes que le pisan los talones; con una creciente pugnacidad entre compositores e intérpretes celosos, cual macho alfa, por conservar la fidelidad ganada entre sus fanáticos, da gusto encontrar  grandes autores que están más preocupados por el futuro de este género musical que por armar polémicas orientadas a vender discos. Dos de ellos son, Wilfran Castillo y Rosendo Romero.


Wilfran Castillo y Rosendo Romero, dos generaciones de la composición vallenata

Cuando a Rosendo Romero le grabaron la primera canción de su autoría, titulada La custodia del edén, en 1972, los padres de Wilfran Castillo seguramente apenas “estaban de amores”, como se dice en la jerga popular del Caribe. Pero estos dos compositores estaban destinados a tener vidas paralelas aunque confluyentes, no solo como cultivadores del género musical más popular de Colombia sino como baluartes de la dignificación del oficio de escribir con ritmo y melodía.

Wilfran nace en 1976, siendo ya  Rosendo  un connotado autor, con éxitos como Noche sin luceros y Cadenas, interpretadas por Jorge Oñate con el acordeón del desaparecido Rey de Reyes Nicolás Colacho Mendoza. Éstas canciones marcaron un punto de quiebre entre la vieja poética rural del vallenato y la nueva interpretación literaria de la cotidianidad, romance, placeres  y despecho incluidos,  cabalgando sobre la metáfora, la anáfora y la hipérbole, sin desconectarse de las raíces autóctonas ni de la lírica de los juglares,  ni mucho menos, desvirtuando los aires tradicionales del folclor.

En 1994, Wilfran debuta como compositor con el tema Sueños de olvido, grabado por Los Diablitos de Omar Geles con la voz  de Jesús Manuel, trágicamente fallecido en 2002. El título de esa producción, Tocando el cielo, fue para aquel jovencito de 22 años un sueño alcanzado al ver su nombre al lado de grandes autores como Gustavo Gutiérrez, Luis Egurrola, Efrén Calderón, Freddy Carrillo Hinojosa y Omar Geles, entre otros. Y lo mejor:  su canción fue la más exitosa del disco.

Ya para ese entonces se insinuaba como una pluma fresca y recursiva en la descripción de situaciones tan cotidianas como el triste final de un romance de adolescentes:

Llevaré, yo llevaré
en mi alma tu pasión
soñaré, yo soñaré
ser feliz con otro amor
Buscaré, yo buscaré
en tu olvido mi razón
pero siempre cantaré
y estarás en mi canción.

Emocionado al estar frente a Rosendo, a quien considera uno de sus maestros, Wilfran dice que  de las canciones que más lo motivaron a componer, fue Fantasía,  esa inolvidable obra de Romero, grabada en 1980 por Diomedes Díaz y Colacho Mendoza. “Yo apenas tenía 15 años y estaba en una esquina cerca de mi casa con unos amigos oyendo música y echando cuentos, cuando de pronto sonó la canción. Me abstraje de la reunión y me concentré en la voz de Diomedes pero como si estuviera viendo las palabras escritas en un cuaderno…lo dice mientras rasga las cuerdas de su guitarra y empieza a cantar…

Ese que escribe versos
repletos de verano
estando en primavera
ese soy yo
Y esa linda camelia
que se quedó sin alma
que no comprende nada
eres sin duda tú

Aquí, Rosendo no aguanta las ganas y le hace dúo en segunda voz:

Ese que por ser bueno
lo tiran a la nada
y que no cree en la fama
ese soy yo
Esa de ojitos negros
y que se cree la dueña
de todas las miradas
no entenderá el amor

“Eso me marcó para siempre, continúa diciendo, porque sentí que se podía hacer una narración de otra manera, con un manejo sencillo del idioma pero profundo a la vez. Poco después, en la clase de español, cuando el profesor explicaba lo que era una metáfora, me dije: ¡epa!, eso ya lo conocía, lo que pasa es que no sabía cómo se llamaba…eso está en la letra de Fantasía.

El camino que ha tenido que transitar Rosendo Romero ha estado más lleno de escollos que el de Wilfran. Chendo, como se le conoce popularmente ha sido rebelde, contestatario, nunca ha hecho concesiones al comercialismo en que han caído tantos compositores que escriben por encargo con un formato rítmico y un lenguaje preestablecido y cuyo único fin es vender discos sin importar que el producto, más que canción,  sea desechable como el icopor.

Cuando sintió que las calles empedradas de su Villanueva natal, no sólo le quedaban estrechas sino que maltrataban su caminar poético por las críticas de sus detractores, decidió partir hacia Cartagena a terminar el bachillerato.

‘Lo hice en silencio, buscando aires nuevos pero llevándome en cada resquicio de mi cuerpo y de mi mente el acento de mis paisanos, el paisaje y el aroma de la serranía, el agua clara del río y las marcas que dejaron en mi los amores juveniles. Después me enteré de que la gente decía: –el loco Chendo cogió carretera …quién sabe a dónde irá a parar–.  No le di importancia. Me dediqué a hacer lo mío y con el tiempo demostré que el loco tenía razón y estaba más cuerdo que muchos.

Y en la carretera, antes de llegar a Riohacha, compuso El adiós, letra y melodía que reflejan el desarraigo que sentía en ese momento:

Adiós, parrandas de mi pueblo
Adiós, mujeres de mi barrio
me voy, no sé si un día yo vuelvo
porque me voy decepcionado
Me voy, la vida llena al mundo
de gente más buena que mala
quedan sus corazones puros
en medio de la encrucijada.

Fue grabada por Andrés El Turco Gil y Gabriel Chamorro. Se convirtió en una especie de incunable porque su contenido poético y las elaboradas notas de Gil les parecieron ‘muy ácidas’ a los “entendidos” de la época, y nunca mereció sonar en la radio. Pero resultó premonitoria, nuestro país vive en medio de la encrucijada y la gente de  corazón puro sigue siendo victimizada.

La lucha de Wilfran para abrirse paso ha sido más consigo mismo que con sus críticos. Se auto exige al máximo porque, como afirma, ‘desde que empecé a componer me puse la meta, con todo respeto por ellos, de igualar o superar a maestros como Rosendo, Gustavo Gutiérrez, José Alfonso El Chiche Maestre y otros. Cuando escuchaba sus canciones sentía envidia de la buena, lo que me impulsaba a ser más riguroso, más meticuloso al componer’.

Estos dos gigantes de la música vallenata, que tienen suman más de seiscientos éxitos en conjunto, han llevado vidas paralelas hasta ahora pero la vida les ha permitido que su caudalosa obra confluya en una sola corriente para emprender una especie de cruzada para fortalecer el género musical que cultivan.

Por un lado, Rosendo organiza foros y conversatorios en los que pone de manifiesto su preocupación por la tendencia imperante en los nuevos autores de componer solamente paseos, porque son más comerciales, olvidándose del merengue, el son  y la puya, aires vitales para la preservación de la esencia del folclor, algo en lo que Wilfran está, no solo de acuerdo, sino  que lo respalda.

Castillo, aunque no le ha dado un marco académico a su gesta, está enseñando con el ejemplo a los jóvenes que incursionan en la composición en materia organizacional. Tiene su propio estudio, su editorial y su empresa de producción de nuevos talentos como el Grupo Kvras. Es generoso al compartir sus experiencias en este campo, motivando a sus colegas a defender sus derechos y a cobrar lo que cada quien merece por su trabajo musical. En esto, Rosendo admite que el alumno superó al maestro puesto que Wilfran lo está asesorando para ‘recomponer’ la parte administrativa de su extensa obra.

La mejor confluencia de los dos se da en el gusto del público. Hay consenso en que, Noche sin luceros, Cadenas, Mi poema, Villanuevera, Navidad, Romanza, Mensaje de Navidad, Tu dueño, Qué pasará, Despedida de verano, La Zenaida –grabada por Leonardo Favio–, Canción para una amiga y muchas más de Rosendo Romero están en el mismo sitial de honor de Una hoja en blanco, Te perdoné, El pasado es pasado, Caminaré, Te amo y te amo, Nunca niegues que te amo, Tus recuerdos son mi Dios, Ella tiene todo, El invierno pasado, Tu olvido, No merezco tanto silencio y El arroyito, éxito mundial interpretado por Fonseca, de la autoría de Wilfran Castillo.

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