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Los viejos juglares del acordeón por estar siempre ligados a la vida campesina encontraron en la fauna que los recreaba y asechaba motivos para componer sus cantos y además elementos para enriquecerlos, extraídos de la sinfonía con que los animales se identifican en su entorno con sus sonidos característicos, los cuales ingeniosamente nuestros músicos lograban replicar resaltando así su destreza con el acordeón. Esto es manifiesto desde los mismos comienzos de nuestra historia ya que del mítico Francisco ‘El Hombre’ se asegura que cuando interpretaba su puya ‘La puerca mona’ podía con los bajos del ‘tornillo ‘e máquina’ imitar en forma idéntica los gruñidos del porcino antes de ser degollado por ‘Chema’ Rojas y Salomón, según costa en la letra que de esta obra musical se ha rescatado.
Casi ochenta años después esta suerte fue repetida por el Rey Vallenato Alberto Pacheco en la grabación que hiciera de otra puya con igual nombre a la anterior, pero cuyo autor fue Víctor Camarillo. En este caso Pacheco simulaba con los bajos el llamado de la ‘puerca’ a sus ‘cochinitos’ y ellos le contestaban con los pitos agudos del acordeón. Así se puede escuchar
La ‘puerca’ los llamaba grou, grou
Y ellos le contestaban juí, juí.
El gran juglar villanuevero Rafael Enrique Daza Iriarte en una puya de su autoría aún inédita titulada ‘El torito sinuano’ también utilizando los bajos del acordeón guacamayo podía imitar en forma asombrosa los mugidos del peligrosos vacuno. Espectador de esta ejecución fue Miguel López, otro rey del vallenato, quien puede realizarla en igual a forma a como Daza lo hacía.
Andrés Landero, rey sabanero del acordeón, en su célebre cumbia ‘La pava congona’ nos muestra en una seguidilla de arpegios arrancados del teclado del acordeón la forma como se escuchan los graznidos de esta gallinácea emparentada con nuestra pava silvestre o guacharaca, cuando canta en el monte llamando a su compañero.
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=dYkJwratPxQ] Andrés Landero – La pava congonaAlfredo Gutiérrez en ‘El rey golero’ un pasaje de su autoría imita en forma exacta al comienzo de la pieza con los pitos de un acordeón transportado el canto de ésta ave antes de comenzar la faena carroñera.
Aníbal Velásquez en su grabación del viejo paseo ‘La pava’ del maestro José Barros nos dibuja con el acordeón el llamado que la pava le hace a los pavitos y remata entonces con una estridente retreta de varios pitos pulsados simultáneamente escuchándose aquello como la vibrante andanada del pavo cuando llama la atención marcando su territorio.
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=HyIGf0r20Mc] Anibal Velásquez – La pavaEsta serie de episodios aquí descritos nos evidencian la presencia de la mimesis o imitación de la realidad que en el campo del arte tiene su mayor esplendor en el teatro. Es un fenómeno de representación que en el folclor vallenato han podido mostrar algunos músicos diestros en la ejecución del acordeón. El ingenio de estos va más allá de copiar solamente los sonidos de la fauna al poder recrearnos además con expresiones sonoras de otra índole sólo con el ánimo de darle a los cantos vallenatos tradicionales su apego a la realidad circundante.
En el paseo ‘Tromba marina’ o ‘El avión de nieve’ del autor Adriano Salas Manjarrés, su intérprete Luis Enrique Martínez con los bajos de instrumento deja escuchar los ruidos que produce el motor de un avión en movimiento.
Andrés Landero en ‘La muerte de Eduardo Lora’ simula con los pitos del Tres Coronas el llanto por la pérdida de su compañero y amigo.
En el paseo ‘Carrito Viejo’ del sanjuanero Enrique Mendoza, Norberto Romero despide la grabación sacándole a los botones del acordeón algo similar a la bocina de un cacharro que se aleja.
Como bien lo anuncia Lizandro Meza en su acordeón pitador, el instrumento pita recordando las notas de la flauta que tocaba el indio Crescencio Salcedo.
El cambio de escenario de los compositores y músicos de ahora nos impiden apreciar los mimos sonoros de los acordeones de antes y ojalá algunos de los acordeoneros de estas nuevas generaciones pudiera imitar el ronroneo de una exótica mascota o de pronto el repiqueteo insistente de un moderno celular.
