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Desde que tengo uso de razón y con mayor conocimiento de causa, desde hace más de veinte años en que he sido miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia SAYCO, he escuchado y vivido toda serie de cuestionamientos a la manera como se ha manejado históricamente una Sociedad de hombres y mujeres sensibles, que tenemos la gran responsabilidad de crear la música que alegra el alma de los Colombianos.
Como compositor y miembro de esta agremiación me duele su triste historia y en alguna oportunidad estuve de manera activa tratando de integrar un grupo que se oponía a las prácticas clientelistas y avasalladoras de algunos seudocompositores que se han adueñado de esa entidad.
Sin embargo, otras ocupaciones e inclusive la aquiescencia tácita de la mayoría de sus miembros frente a esas prácticas de corrupción, hizo que me alejara de continuar en esa arriesgada tarea.
En todos los tiempos, algunos avivatos han usufructuado de la sociedad y se han dedicado a vivir ostentosamente a costillas de los que verdaderamente tienen derecho por sus obras a vivir mejor; dicho de otra manera, en Sayco se ha dado una especie de estafa continuada y cohonestada por gran parte de los mismos socios.
Hoy algunos amigos me han hecho llegar copia de un escrito cuyos apartes quiero compartir en esta columna, porque las autoridades Colombianas e incluso el mismo Congreso, al parecer, también se han dejado cooptar por estos nefastos personajes.
En un Derecho de petición con copia al Ministerio del Interior, a la Fiscalía General de la Nación y al mismo Congreso, los compositores Rafael Ricardo Barrios, Otto Medina Monterrosa y Luis Ferney Sierra Maestre se van lanza en ristre contra las Directivas de Sayco y manifiestan:
“Es notorio y público que SAYCO no tiene un mecanismo que permita saber con precisión la música que se utiliza en los diferentes medios de comunicación, menos, una distribución ajustada a la realidad de la música emitida en radio, televisión, rockolas, establecimientos públicos y demás, a fin de que sea cancelada con justicia, equidad y proporcionalidad el manejo de las obras musicales de los autores.
Es evidente que la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia SAYCO ha violado y desconocido de manera discriminatoria los derechos de muchos autores y ha perseguido con deliberada intención a los compositores que estén en desacuerdo con la forma como viene manejándose SAYCO,haciendo persecuciones y tomando represalias, como por ejemplo, bajarlos de categoría.
Es innegable que SAYCO manipula las planillas de la música que suenan en espectáculos públicos, emisoras y otros medios en favor de los compositores amigos del presidente y algunos administrativos, en detrimento de quienes adoptan una posición fiscalizadora del ingreso y gastos de la Sociedad, en clara violación de los principios constitucionales de Justicia e Igualdad.
Da la impresión, por los innumerables errores que se cometen en la distribución, de que organizar esa parte no está entre las metas que debe tener la sociedad. Lo demuestra el hecho de que tengamos pruebas que las planillas son manipuladas de manera tan descarada y sencilla, evidencias que el socio Rafael Ricardo Barrios envió a Gerencia y
Presidencia y que, a pesar de eso el Comité de Vigilancia no haya hecho nada al respecto (investigar al Presidente y al Sr. Alberto Morales, de Bolívar, quien venía haciendo esos cambios en las planillas) deja ver a las claras que a algunas personas de la administración les interesa que continúen así.
Es descarada la forma como mantienen activos a unos compositores (los amigos del presidente y algunos administrativos) que no están vigentes y que dejaron de grabarles, mientras pasan a la categoría de ADHERENTES a otros a quienes todos los años les graban y que sus canciones suenan con regularidad en los medios, solo porque se han pronunciado en contra de las irregularidades de SAYCO.”
Conozco a decenas de compositores miembros de Sayco que firmarían con gusto este escrito, pero por temor a las represalias y a no ganarse enemigos, prefieren mantenerse con ese silencio cómplice que nos envenena interiormente.
Fuente: Jorge Nain Ruíz
