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Revelan detalles de los últimos días de vida de «La Cacica»

Su acompañante en el calvario del secuestro relató el episodio que culminó con su muerte.

Luz Stella Molina Mejía, hermana del acordeonero Gonzalo ‘el Cocha’ Molina, nunca quiso dar entrevistas sobre cómo murió, hace 10 años, la ex ministra de Cultura Consuelo Araujonoguera, la ‘Cacica’, en el sitio conocido como ‘La Nevadita’.

«Todo comenzó cuando veníamos de Patillal de los actos religiosos de la Virgen de las Mercedes. Como a eso de las 3:40 de la tarde había un retén de la guerrilla y nos llevaron a varias personas. Desde ese momento comenzamos a rezar y Consuelo decía que nos encomendáramos a Dios. Ella oraba y oraba, con el rosario en la mano. Siempre asumió una postura espiritual y oraba lo siguiente: ‘Jesús, hijo de David, ten compasión de mí’, y nos animaba a repetirla. También nos decía que a nosotros, los que la acompañábamos, nos iban a liberar primero, pero ella se quedaba un tiempo, porque lo de ella era político».

Luz Stella alinea su pensamiento e indica que en el vehículo oficial iban con ella su sobrina Paola Molina; Cecilia ‘la Polla’ Monsalvo, Consuelo Araujonoguera y Onésimo, el chofer.

Pasaron por La Mina, donde hicieron una parada. «Nos bajamos del carro y Consuelo, sentada en una piedra, empezó a escribir en su agenda una nota, en la que relató algo de lo que había pasado hasta el momento. Comenzó a arrancar hojas y a masticárselas y las arrojaba a un lado. En ese momento, llegó una guerrillera a revisar los objetos que teníamos y ella me dijo que tenía un celular con números importantes de personalidades del país. Me lo pasó y lo escondí en el pantalón. Al frente de donde estábamos había una casita y pedí el favor de que me dejaran ir al baño. Una guerrillera me llevó, entré al sanitario que estaba en el patio de la modesta casita, cerré la puerta y arrojé el celular dentro del bacinete.

«Después, continuamos el recorrido, pasamos por un lado de Atánquez y llegamos a Guatapurí, donde nos quedamos esa noche metidos en el carro. Nos turnábamos para dormir un rato en el baúl del carro. ‘La Polla’ iba adelante y ahí estuvo. Como a las 7:00 de la mañana nos llevaron una ‘ollona’ de tinto y todos tomamos. Ella dijo que estaba sabroso, porque le gustaba pasado de azúcar.

«De ahí en adelante sí nos tocó caminar y caminar; pero, al cabo de un rato, ‘la Polla’, al tener que subir una montaña, no pudo más y fue abandonada a la vera del camino. La propia Consuelo, al ver la dificultad de ‘la Polla’, pidió que la dejaran, porque no había medios para que continuara con nosotros. »Polla’, quédate ahí, no te muevas. Llévamele saludos a todos, que estoy bien’, le dijo Consuelo.

Relata Luz Stella que a las mujeres las montaron en unas mulas y a ‘la Cacica’ se le perdieron un zapato y un arete que llevaba «años de tenerlo»: «Eso le dolió mucho».

«Después, cuando el Ejército estaba cerca, nos escondieron debajo de unas piedras, porque el bombardeo era grande y en seguida nos tocó andar mucho tiempo. Todos estábamos agotados y solo tomábamos agua y comíamos panela. En los últimos días, le estaban saliendo unas manchas rojas en las piernas y el agotamiento era visible. Tosía mucho, con sangre, y estaba mal del estómago. En medio de esa zozobra, nos hicieron poner un camuflado. Para ninguna de las dos hubo botas talla 40; entonces nos pusieron en los pies hojas de frailejón y plátano, y encima las medias. Así, anduvimos mucho tiempo.

«Siempre nos manifestaba que a nosotros nos iban a liberar primero. En una de esas ocasiones nos dieron un viejo cuaderno para que pusiéramos las cosas que necesitábamos y ella decidió empezar a escribirle algo a su esposo, Edgardo Maya, y me dijo que lo guardara para llevárselo. No alcanzó a escribir mucho, porque llegaron a buscar el pedido. Lo último que escribió fue una pequeña nota donde estaba la fecha y decía: ‘Pechi (así llamaba a Edgardo), no te preocupes’.

«Me recomendó que le dijera algunas cosas a la familia; insistió en que les indicara que en la última gaveta de su clóset estaban los planos del parque de la Leyenda Vallenata, y que no le descuidaran las matas».

El relato sucede a pocos metros de la casa donde últimamente vivió ‘la Cacica’, en el barrio Novalito de Valledupar. Luz Stella rememora los últimos instantes de ‘la Cacica’, cuando no podía caminar más, porque estaba muy débil y la tenían que llevar en una hamaca. «Esa noche, mientras descansábamos, nos dijeron que teníamos que partir en seguida, porque se sentía cerca el bombardeo y nos llevaron a ambas, porque ella me agarraba y no me soltaba. Entonces, un guerrillero la cargó y la separó de mí.
Ella volteaba la cabeza y me miraba como llamándome, hasta que en una curva la perdí de vista. Cuando la volví a ver fue en un féretro».

JUAN RINCÓN VANEGAS
Para EL TIEMPO
Valledupar.
Fuente

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La sorprendente respuesta provocó todo tipo de comentarios.

Un comentario

  1. hola soy fanatico a esta musica que nos a trido tristezas y alegrias pero sobre todo emos salido adelante y llevado nuestro folclor a todas partes del comtinente colombiano duelale a quie le duela tanbien fuera de nuetro pais como0 dice una conocida cancion :DONDE QUIERA ME ACOMODO EN MI TIERRA Y FUERA DE ELLA SOY AFICONADO POR TENER UN ACORDEON PERO NO TENGO LOS MEDIOS SUFICIENTES PARA COMPRAR UNO NESECITO UNA ALMA CARITATIVA QUE ME PUEDA DONAR 1 OK