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Juancho Rois, 17 años de su despedida

El lunes 21 de noviembre de 2011 se cumplen 17 años de la partida de la vida del célebre acordeonero Juancho Rois y para recordarlo envió esta crónica que lo pinta en toda su dimensión. Un paseo por dos historias que enmarcaron su encuentro con los acordeones y el recuerdo vivo de su madre, Dalia Zuñiga, en cuyo corazón sigue viviendo.

Escrito por: Juan Rincón Vanegas

Hoy se cumplen 17 años de la partida de Juancho Rois dejando una sonora historia donde sus acordeones fueron los principales protagonistas. Cuando Juancho con sus dedos ponía a cabalgar sus notas en el teclado de su acordeón, era toda una sensación y por ese motivo sigue ocupando un gran espacio en el mundo vallenato, que es como decir que nunca se ha ido del todo.

En ese contexto musical de la vida de Juancho Rois, aparecen dos acordeones que jugaron un papel definitivo en su carrera. La primera, con la que aprendió a tocar sus primeras notas, después de las de juguete que le habían regalado en su niñez. Esa, de un teclado, se la regaló su papá Juan Manuel ‘El negro’ Rois Fernández y le sacó el gusto hasta más no poder, accediendo luego a una de tres teclados donde mostró todas sus virtudes como buen ejecutante.

El acordeón de un teclado luego de prestar ese valioso servicio pasó a manos de la abuela de Juancho, Rosa María Fernández y seguidamente a su tía Nelly Rois, quien la cuidaba como una joya.

Días después de morir el célebre acordeonero, su tía Nelly, le entregó “esa joya”, a Jenny Dereix, la viuda de Juancho, para que se lo guardara a su hijo, quien en ese momento estaba en su vientre.

“Esa joya está en mi poder y es uno de los recuerdos que se tiene del amor de Juancho Rois por la música vallenata, esa a la que le dio la mayor parte de su vida. Fue entrega total. Vivía por y para su música y los acordeones los cuidaba como sus grandes tesoros”, dijo Jenny Dereix.

La bondad de Juancho

Aquella madrugada del miércoles primero de mayo de 1991, quedó registrada como un hecho enmarcado en la bondad y verdadera hermandad vallenata cuando Juancho Rois, en la gran final del 24° Festival de la Leyenda Vallenata, le prestó su acordeón ADG alto a Julián Rojas, quien a la postre se coronó como Rey Vallenato.

De esta manera el acordeonero sanandresano con acordeón ajeno alcanzó el máximo honor en Valledupar, interpretando el paseo ‘La estrella’ (Juan Muñoz), el merengue ‘El mango de la plaza’ (Edilberto Rondón), el son ‘Altos del Rosario’ (Alejandro Durán) y la puya ‘La fiesta de los pájaros’ (Sergio Moya Molina). Su sonoro triunfo lo logró con el cajero Luis Carlos ‘Azabache’ Varela y el guacharaquero y cantante Donaldo Enrique Martínez.

Julián Rojas, al recordar ese episodio manifestó que esas acciones no son frecuentes y menos en una competencia de esa categoría.

“Juancho Rois fue humanista, noble, amigo y demostró que nunca era apegado a nada. Su ejemplo en lo musical y su amplia manera de ser, siguen vigentes y pocos lo superan en este campo. Cuando escuchamos las notas de Juancho se encuentra ese encanto que hace que nunca mueran, sino que se reproduzcan cada día”.

Juancho en su largo camino en la música vallenata dejó una estela de triunfos y grabó 17 trabajos musicales al lado de Juan Piña, Elías Rosado, Jorge Oñate y Diomedes Díaz. Comenzó en 1977 con el disco ‘El fuete’ y terminó con el Cd ‘El 26 de mayo’ en 1994. Dejó también grabada en su voz y su acordeón la producción musical ‘Vallerengue’.

Nunca morirá…

El rostro de Dalia Esther Zúñiga sigue recibiendo con estoicismo las lágrimas que comenzaron a derramarse desde aquella noche del lunes 21 de noviembre de 1994, cuando murió su hijo Juan Humberto Rois Zúñiga, Juancho Rois.
En su casa de San Juan del Cesar, La Guajira, todo gira en torno al acordeonero que impuso su estilo. Tiene un cuarto, museo lo llama ella, con cuadros de la vida y obra musical del artista.

Están los momentos gloriosos al lado de familiares y amigos. Todo hace indicar que en San Juan del Cesar, y en ese rincón ubicado en la carrera 10 número 4-27, Juancho Rois está aún vivo.

A la entrada de la casa, descuella una imagen a escala de Juancho, dándoles a todos la bienvenida. Tiene un ademán de “todo bien”, la camisa, el pantalón y las botas que más le gustaban.

“De Juancho Rois tengo todos los recuerdos, principalmente su hijo. Para mí, Juancho Rois no ha muerto. Él sigue viviendo, por eso en este espacio que es mi casa se nota su presencia en todos lados”.

Sigue hablando y en ese momento suena en su celular un tono con las notas del acordeón de Juancho, para que no quepa duda de que su madre nunca lo olvida. “Las notas de Juancho también se metieron hasta en mi celular y como mi operador es Tigo, siempre digo, Juancho estoy contigo”, indica antes de contestar la llamada.

A veces la charla con ella gira en torno a variados temas, pero siempre cae en la nota precisa, el recuerdo del hijo que supo llegar al corazón de todos y que a ella la inundó de detalles, que hoy son el alimento para tenerlo en la cima del alma, donde se asciende con el corazón en la mano y las manos desocupadas para aplaudirlo eternamente.

Las notas de Juancho Rois, nacieron en San Juan del Cesar, su tierra querida, y se regaron por el mundo, ganándose un lugar especial. Su partida causó profundo dolor y muchos asisten frecuentemente a brindarle un nuevo tributo en su tumba, donde en la lápida está escrita una frase que lo pinta en toda su dimensión: “Lloramos tu ausencia, pero conservamos tus gratos recuerdos, porque fuiste muy bueno. En nuestro corazón perdurará tu sonrisa, tu bondad y tu nobleza”.

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