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Hace 20 años se apagó la voz de Rafael Orozco, el ídolo, el hombre, el amigo

Clara Helena Cabello y Rafael Orozco estaban destinados a unir sus vidas. Cuando se conocieron ya Rafael y Betty Cabello, hermanos de Clara, estaban casados con Genith y Nemías Orozco, hermanos de Rafael. Pero los menores de la familia no nos habíamos relacionado, dice Clara Helena. En una ocasión nos reunimos las dos familias en mi pueblo, Urumita, La Guajira, y de inmediato se produjo el flechazo entre Rafael y yo. Posteriormente yo me vine a estudiar a Barranquilla y vivía en casa de mi hermano Rafael Cabello, a donde también llegó Rafa a vivir. Ahí se fue fortaleciendo el noviazgo hasta que a mi hermano le salió un traslado al extranjero y entonces tomamos la decisión de casarnos para seguir viviendo en la misma casa. Todos los seguidores de Rafael supieron quién era su novia cuando grabó La creciente, la canción de Hernando Marín que se constituyó en el primer éxito del naciente Binomio de Oro en 1976. Pero fue Chiche Ovalle quien hizo público su nombre al incorporarlo a la letra original luego de que Rafael canta la primera estrofa:

Un grande nubarrón se alza en el cielo
ya se aproxima una fuerte tormenta
y ahí llega la mujer que yo más quiero
por la que me desespero
y hasta pierdo la cabeza…
¡Clara!

Clara hace énfasis en que Rafael no cambió su comportamiento después de casados sino que siguió siendo el novio tierno y detallista, dedicado a hacerla feliz. De cada lugar adonde viajaba me traía un detalle: una flor, una esquela, una frase de amor. Yo creo que si en ese entonces hubieran existido los celulares me hubiera escrito mil mensajes cada día, evoca mientras una lágrima suave, no de tristeza sino de alegría por los buenos recuerdos, comienza a deslizarse por su mejilla derecha.

A pesar de su fragilidad interior, Clara Helena hace el esfuerzo de cubrirse con una gruesa coraza de fortaleza para sobrellevar la vida sin su único y eterno amor. Se ha mantenido fiel a su memoria. Ni siquiera ha intentado otra relación porque su vida quedó repleta con el espíritu de Rafael, y cada minuto de cada hora se renueva ese vínculo filial, nutriéndolo con el repaso de cada página de ese libro lleno de dieciséis años de vivencias, especialmente, por los tres frutos de su unión: Kelly Johana, Wendy Jolanny y Lorraine.

Una de las experiencias más gratas para Clara Helena, luego de la muerte de Rafael, es encontrar personas que le testimonian su amor al cantante.

Es maravilloso cuando me dicen que lo siguen recordando, que él permanece vivo en sus corazones, dice con voz suave pero emotiva. Parejas de esposos que me cuentan que al casarse no bailaron el vals tradicional sino Solo para ti o Momentos de amor.

Otros que son de apellido Orozco me dicen que han bautizado a sus hijos con el nombre de Rafael. Otra vivencia que me llena mucho es encontrar en el cementerio a familias que han venido de lejos para darles a conocer a sus hijos quién fue mi esposo. Son seguidores que les transmiten a sus hijos el afecto que sienten por el cantante que les marcó la vida de una manera feliz a través de sus interpretaciones.

En lo más profundo de mí siento que eso es fruto de su gran profesionalismo, de su entrega total a sus seguidores, por quienes sentía un gran respeto. Nunca menospreció a nadie ni se negó a tomarse una foto o firmar un autógrafo. Él decía que se debía a su público, que era el que pagaba por su trabajo y por ello se consagraba a brindarles lo mejor. Por eso sus seguidores se mantienen fieles y me dicen que Rafael es irremplazable.

Se endeudaba para ayudar a sus amigos. Esteban Chiche Ovalle es quizá el mejor amigo que tuvo Rafael Orozco. Fue su corista, su mánager y además le entregó varias canciones que fueron exitosas en la voz del desaparecido cantante. Fue aquella tarde, Sé que te falté, Por eso estoy aquí, Solo por tu amor y Nuestros amores son algunos de esos temas. Un año antes de la muerte de Orozco, Ovalle se retiró del Binomio de Oro y se convirtió al cristianismo. Conformó el grupo Los Hijos del Rey, con el cual ha logrado recorrer más de veinte países llevando el mensaje cristiano en ritmo vallenato. Actualmente es pastor y sigue predicando en compañía de su esposa Elizabeth Daza y del acordeonista Wilber Mendoza. Desde Bogotá, donde se encuentra promocionando su nuevo disco, evocó su amistad con Rafael: “Nos conocimos en 1973. Me habían expulsado injustamente del Colegio Nacional Roque de Alba de Villanueva y me fui a estudiar al Colegio Loperena de Valledupar y, aunque no estábamos en el mismo curso, la música nos unió porque armamos un conjunto con el acordeonista Luciano Poveda y otros compañeros”, recuerda Ovalle, quien fue el amigo más cercano que tuvo Rafael Orozco dentro y fuera de la música.

“Paradójicamente, Antonio Serrano Zúñiga, el compositor que para entonces era rector del Roque de Alba, me expulsó pero me dio una recomendación para que me aceptaran en el Loperena. No sabía que eso me llevaría a conocer al mejor amigo de mi vida. Por esos tiempos mi hermana Elizabeth estudiaba interna en la Normal de Señoritas de Manaure, Cesar, y yo era su acudiente. Allí también estaba Gloria Heroína, una urumitera, novia de Israel Romero, con quien yo cantaba en parrandas y casetas, y él se me pegaba cuando yo viajaba a visitar a mi hermana con el fin de poder verse con ella. A veces era Israel quien pagaba los pasajes de los dos con tal de entrar al internado conmigo y poder conversar un rato con su enamorada.

En uno de esos viajes encontramos la sorpresa de que Rafael Orozco y Emilio Oviedo, que eran la sensación del momento con la canción Cariñito de mi vida, iban a tocar un baile en el aula máxima del colegio. Como no teníamos con qué pagar la boleta, le dije a Israel: Yo soy amigo de Rafa; esperemos a que llegue el bus y nos metemos con él sin pagar. Así fue. Lo esperamos a la entrada y cuando me vio nos dimos un gran abrazo. Fue cuando los presenté. A partir de ahí nació una gran amistad entre ellos. Rafael nos dijo: agarren un instrumento cada uno para que crean que son músicos y echen pa’ dentro. Israel agarró una tumbadora, yo cogí un acordeón y entramos.

En esa época había que tocar seis tandas en una noche, no como ahora que los conjuntos tocan una sola. Como a la una de la mañana le pedimos un chance a Emilio, y él, gustoso, le prestó los acordeones a Israel y tocamos cinco canciones. Era lo más grande que nos había pasado hasta entonces. Alternar con un conjunto que estaba tan pegado era un gran honor.

Un poco después grabamos el primer disco de Israel con Daniel Celedón y yo hice la segunda voz con Juan Piña. A raíz de eso, Jorge Oñate se fijó en mí y me llevó a su conjunto. Dos años más tarde se unieron Israel y Rafael. Yo estuve dos años con Jorge, pero grababa los coros del Binomio de Oro, y en la tercera producción Rafael me pidió que me uniera al grupo y hasta me dio alojamiento y comida durante un buen tiempo en su casa de Barranquilla, donde ya vivía con su esposa Clara Helena”.

Esteban recuerda muchos episodios y anécdotas que hablan de la generosidad de Rafael y su sagrado respeto a la amistad, pero hay uno que lo marcó especialmente:
“Una tarde llegó un compadre suyo y amigo de la infancia, que se encontraba en una situación económica muy difícil y necesitaba treinta mil pesos para hacerle un tratamiento médico a la mamá. Rafa me preguntó si yo había recibido algún dinero de anticipo por contratos, y al decirle que no, me pidió que hiciera un cheque posfechado y fuera adonde un amigo de él que tenía una bomba de gasolina a cambiarlo para darle la plata a su compadre. Ese era Rafael: era capaz de endeudarse para socorrer a sus amigos y hasta a personas desconocidas que siempre se le acercaban a pedirle ayuda o recomendaciones”.

El amigo más bromista y el artista más serio. Rosendo Romero Ospino, el Poeta de Villanueva, guarda muchos recuerdos de Rafael Orozco, pero hay uno en especial que lo marcó de por vida: Orozco e Israel Romero, hermano de Rosendo, no incluyeron ninguna obra suya en la primera producción de El Binomio de Oro. Así evoca el compositor aquellos años: “A Rafael Orozco lo vi por primera vez en 1975, en la Caseta Central, de Pedro Millán, en Villanueva, La Guajira. Lo acompañaba en el acordeón El Comandante Emilio Oviedo. Cuando me asomé por el portón, porque no tenía plata para entrar, alcancé a ver a un pelao flaco, de fino bigote y cabello alborotado, cantando El trovador ambulante, paseo de Pedro García. Me gustó cómo lo entonaba, y el sabor vallenato que le daba. Me pareció normal, pues en esa época había un buen grupo de muchachos cantando vallenato.

Jorge Oñate, con su voz tronante y melodiosa, nos hizo olvidar al español Nino Bravo, que era el ídolo de todos nosotros. Recuerdo que en esos años los pelaos que andábamos cantando por ahí de pueblo en pueblo éramos: el Cachaco Jiménez, con un chorro de voz que traspasaba patios; Gustavo Bula, que cantaba las canciones en tono alto de Poncho Zuleta; William El Palomo Dangond, padre de Silvestre, que con su elegancia y carisma de hombre fino, rubio y cabellón se ganaba el público; Monche Daza, El Cafetalero; Poncho Cotes Jr; Esteban Chiche Ovalle y, por supuesto, Diomedes Díaz y este humilde servidor.

Después tuve la oportunidad de compartir con Rafa en la casa de Clara Helena, en Urumita, La Guajira. Fuimos allí porque Antonio Serrano Zúñiga le iba a dar una canción al Binomio de Oro. Israel me convidó para que yo también le diera una canción, y fuimos con Beto Barros. Ese día Rafa cantó La creciente y El eterno enamorado, a manera de ensayo, pues no las habían grabado todavía. A cada momento decía: Solo nos falta una canción, y me miraba a mí, y agregaba, pero hay alguien que está en duda, ese de pronto no va, y se echaba a reír, como queriendo decir: Así seas hermano de Israel, si no me gusta la canción no la vamos a grabar.

Para sacarme la pullita le dije a mi hermano: Irra, tócame una introducción en el teclado del medio del acordeón cinco letras para cantar una canción mía. Y canté Noche sin luceros. Rafa se volvió loco con el tema, y me dijo: ¡esa es!…danos esa. Entonces le dije: te fregaste porque ya está grabada por Jorge Oñate y con contrato firmado. Sus risas burlonas cambiaron enseguida por un gesto de decepción e impotencia.

Una vez en Barquisimeto, Venezuela, ocurrió un suceso que para mí es inolvidable. El bromista mayor estaba sentado con todos nosotros en la mesa de los artistas; por el calor, se había quitado la chaqueta del uniforme, lo cual no era su costumbre. Cuando Pepe Jiménez los anunció, Rafa estaba mamándole gallo a Virgilio Barrera, el guacharaquero. Entonces suspendió la broma en seco. Se puso la chaqueta y se encaminó con paso firme a la tarima llevando por delante a todos sus músicos. Yo quedé sorprendido por la transformación que sufrió en ese momento. Se convirtió en otra persona, en lo que realmente era: un artista, un gran profesional.

El mamagallista quedó abajo y el artista subió a la tarima, con esa actitud regia de showman, que sabía que, además del talento, tenía una pinta gardeliana que ponía a soñar a las mujeres: bonitas, feas, jóvenes y viejas. Empezó a cantar y a moverse con ese estilo impecable y elegante a la vez.

Ese día descubrí a la estrella que brillaba con luz propia; no estaba viendo al amigo, al hermano, sino a la estrella. Las mujeres gritaban histéricas y Rafa parecía un astro inalcanzable, tal vez por eso la gente lo catalogaba de creído.

Terminado el show, el astro bajó del escenario y en medio de forcejeos, pellizcos, empujones, besos y fotos con las mujeres, pudimos regresar al bus. Cuando tuve tiempo le pregunte: Rafa, ¿por qué tú, al ponerte la chaqueta y subir a la tarima, te transformas de esa manera? Pensé que se iba a reír, pero no. Tenía una botella de agua en la mano, bebió un sorbo y me dijo: lo que pasa “Eusendito”, así me llamaba por cariño, es que esto es una profesión igual que la del médico, el militar o el cura; cuando ellos se ponen su uniforme, ejercen su oficio tal como les corresponde, con toda la seriedad. Ahora acuérdate de que la gente paga y viene a ver es al artista y su show, y yo les doy lo que ellos quieren ver. La respuesta fue más sorprendente aún. Solo alcance a sonreír y a asentir con la cabeza. Después de que lo pensé un poco, le dije: Rafa, es la primera vez que oigo ese concepto en el vallenato”.

De Nueva York a Chibolo, Magdalena, con las mismas ganas. José Vásquez es quizá el mejor bajista en toda la historia del vallenato, y además de tocar ese instrumento con el Binomio de Oro, también compuso para el grupo grandes éxitos como Te seguiré queriendo, Esa, De nuevo en tu ventana, Colombia y Canción para mi madre.

“Nos conocimos en plena adolescencia cuando yo iba a tocar a Becerril, pueblo natal de Rafael, recuerda Vásquez, a quién Orozco le acuñó el mote de Quevas.

Yo soy de Chiriguaná, que queda cerca, y estaba enamorado de Blanca, una hermana de él, y para que a ella la dejaran ir a las casetas conmigo, tenía que llevarlo como chaperón. De esa manera nos hicimos muy amigos y después la vida nos unió musicalmente, aunque en esos tiempos él ni soñaba con ser cantante pero sí tocaba guacharaca y hacía coros.

Una de las anécdotas que más recuerdo de mi paso por el Binomio de Oro, que además me sirvió para valorar el profesionalismo de Rafael y de todos los integrantes del grupo, es cuando fuimos a Nueva York por primera vez, en 1987, a una presentación en el Madison Square Garden, donde actuamos al lado de la Fania All Star, Los Corraleros de Majagual, Alfredo Gutiérrez y El Gran Combo de Puerto Rico, entre otros.

Al día siguiente volamos a Bogotá y enseguida conectamos a Barranquilla, donde nos esperaba un bus para seguir a Chibolo, Magdalena. De las luces espectaculares y la gran tecnología de Nueva York y el Madison pasamos a un pueblo humilde pero festivo, con una caseta modesta, que parecía iluminada por los calabacitos alumbradores de Calixto Ochoa”, recuerda Vásquez en medio de carcajadas, luego de terminar una grabación en los estudios de Sayco.

“Fue un contraste muy grande, pero lo más impresionante era la actitud de Rafael, quien nos dijo en el bus: Muchachos, hoy nos vamos a desquitar en Chibolo porque anoche en Nueva York no pudimos tocar sino cinco cancioncitas, y yo estoy que me canto, así que vamos a sobrarnos porque esta gente trabaja muy duro para pagar una entrada a la caseta y por eso se merece lo mejor”.

Escrito por: Juan Carlos Rueda Gómez
Titulo original: Rafael Orozco, el ídolo, el hombre, el amigo
Fuente: El Heraldo

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La sorprendente respuesta provocó todo tipo de comentarios.

3 Comentarios

  1. Gustavo Valverde Rocha

    VEINTE AÑOS, VIEJO RAFA.!

    Vamos viejo Rafa como cantas..!!
    Es lo que siempre grito
    Cuando escucho y entono tus melodías
    Cuando bailo y parrandeo
    Como si estuvieras aquí en este mundo
    Bríndanos un concierto
    Como tú siempre lo hacías

    Qué tristeza en mi alma llevo
    Sin tu voz, sin tu cantar y sin tú presencia
    Te fuiste para el cielo
    Pero nos dejaste un legado para tu ausencia
    De tu música y de tu voz
    Qué alegría me da cuando escucho tu canto
    Como si el tiempo no hubiera pasado
    Como si no te hubiera ido

    Qué alegría y nostalgia me dan tus videos
    Cuando m siento a parrandear y a mirar
    Yo no sé qué me pasa, a veces ni lo creo
    Cuando veo tu presencia y tú bailar

    Todos los once de junio
    Mi alma se pone triste
    Todos en la tierra un homenaje
    Te rendimos directo para el cielo
    En esta fecha tan sublime
    Pues eras nuestro cantante favorito
    Dejaste par siempre el vallenato de luto
    Y huérfano de cantante.!

    Que viva Rafael Orozco, la voz inmortal..!!

    Nadie, pero nadie ha podido superarte.!
    Ni los mejores imitadores lo han logrado
    Sé que lo hacen por amarte y seguirte
    Sé que siempre hubieran querido cantar a tu lado
    Pero no han podido ni siquiera igualarte
    Para que te sientas homenajeado
    Desde la tierra hasta el cielo

    CORO
    En nuestra mente
    Llevamos un interrogante
    Con esa vida tan pulcra y tan elegante
    No sabemos por qué tan cruel fuiste abatidamente
    Todavía en el presente
    Es un misterio tu muerte
    Te quitaron la vida tan abominablemente

    En los años de mil novecientos noventa y dos
    El mundo y Becerril lloró
    Colombia, Venezuela y todos
    Los países y todo el mundo triste quedó

    Muchos cantaron como tu
    Jesus Manuel, Miguel Morales y el Gaby García
    Nos han alegrado la vida como solo lo hacías tú
    Como cantaba y como tú lo hacías
    Pero nunca con esa virtud
    Pero siempre lo hicieron por gratitud

    Hoy después de tu ausencia
    Solo me queda orar
    Y pedirle al Mesías
    Que cuide el caminar
    De nuestros cantantes
    Y que tu alma
    Se encuentre en el cielo
    Y que más nunca el vallenato
    Quede de lutooooo.!

    Autor: Gustavo Adolfo Valverde Rocha
    Para: Rafael Orozco Maestre
    Fecha: 11 de Mayo del 2012
    Registro nacional de Derecho de Autor 10-328-366 en Bogotá.

  2. rafa siempre te recordaremos con mucho amor♥♥♥ 🙂

  3. Admiro a Clara por ese sincero amor. Es amor de verdad.