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Recordemos hoy a «Don Toba»

Nació este eximio compositor vallenato en el hogar formado por José Antonio Pumarejo y Elena Gutiérrez Aroca, descendientes de familias muy distinguidas en la sociedad vallenata, que poseían grandes extensiones de tierras dedicadas a la explotación ganadera. Al morir su padre es llevado por su abuelo materno a Patillal, y allí durante su infancia tiene sus primeros contactos con la música escuchando, a su primo Arturo Molina, gran tocador de dulzaina y excelente guitarrista.

Después de haber cursado primaria en el colegio Biffi de Barranquilla, viaja a mediados de los 20, para Medellín, y consigue su diploma de bachiller en el Liceo antioqueño de la universidad de Antioquia. Y es allí donde tiene contacto con la poesía de algunos autores románticos de la época, principalmente, José Asunción Silva, Guillermo Valencia, Bécquer y Rubén Darío, lo cual le permitió enriquecer su formación académica y le dieron base para la composición.

En el mismo centro académico, junto a un grupo de paisanos de la élite vallenata formaron un pequeño grupo musical que llamaron Orquesta magdalenense. Su director Chema Castro, le enseñó a Pumarejo algunas nociones para tocar la flauta. Aunque no llego a perfeccionarla, fue esta primera experiencia la que le mostró el fascinante encanto de la música que le señalaría el camino a seguir durante toda su vida. En el grupo militaban además: Pedro Castro Monsalvo, Ovidio Palmera, Rafael y Celso Domingo Castro Trespalacios, quienes interpretaban música del interior en el ambiente serenatero de ese entonces. Debido al medio musical imperante, su primera composición fue en un aire de rumba criolla, y la tituló “La Cabaña”, siguiendo en su orden “El Pasillo”, “Anhelos” y el fox trot “La Casita”, las cuales fueron olvidadas completamente por el autor.

Luego regresa a Valledupar, donde sus viajes a Patillal eran frecuentes. Allí en las temporadas de pascua el festejo era grande, celebrándose una concentración gallística famosa en toda La Provincia, que congregaba gente de los pueblos de la Guajira e inclusive galleros de Maracaibo. Recuerda Don Toba, que Chiche Guerra y un patillalero, a quien apodaban Mano Che, eran los acordeoneros que alegraban las parrandas y cumbiambas en el viejo Patillal. Es la época en que Tobías se inicia en el canto vallenato, siendo sus primeras obras los paseos “La mariposa”, “La cita”, “Caminito virtuoso (Vals)” y “Desolación”, entre otras.

En 1929 contare matrimonio con Francisca Medina Gómez, quien fallece en 1932, dejando un viudo joven y adinerado que conquistaba fácilmente con versos amorosos a cualquier muchacha que se cruzaba en su camino. Rico heredero de grandes extensiones de terreno en la región del Diluvio, cerca a Valledupar y en El Copey, cerca del rio Ariguaní, opta por trasladarse a este ultimo pueblo, desde comienzos de los 40, donde en su hacienda El Otoño pasó la mayor parte de su vida. Sus viajes eran frecuentes a las sabanas del Diluvio, donde en muchas oportunidades departió con un viejo juglar de esa región, de nombre Juancito Granados, a quien llamaban el gallo de Camperucho, uno de los acordeoneros que más admiro en su vida.

Desde muy joven Tobías Enrique mostró gran afición por los caballos, dedicando a algunos de ellos su más sentidas canciones, tal es el caso de “El curioso”, “Rosillo”, “los tres caballos” y “El alazanito”, una de sus obras más famosas.
Su aparición en la historia del vallenato tiene grandes connotaciones, ya que es el primer compositor importante que, sin necesidad de tocar instrumento alguno, podía hacer canciones que narraban todo lo que trascendía en su vida. Después de él aparecerían Chema Gómez, Escalona, Leandro Diaz, Zabaleta, Julio Suarez, Adolfo Pacheco y Camilo Namén, entre otros, quienes seguían la senda abierta por Pumarejo.

Actualmente, los concursos de compositores celebrados en los festivales vallenatos son el mejor referente sobre el nivel y estética del canto Vallenato actual que tantas satisfacciones y reconocimiento le otorgan a nuestros creativos quienes con meritos propios han podido avanzar por la senda victoriosa que desde casi cien años atrás abrió el maestro Tobías Enrique Pumarejo, “Don Toba”.

Fuente: El Pilón

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