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Hasta Australia llegó el eco de los acordeones vallenatos

Cuando la trotamundos Sally Anne Miller, nacida en Adelaide (Australia), quien sueña con conocer el folclor de distintos países, especialmente los latinos, hizo una estación en la República de la India, donde supo de la música vallenata a través de un colombiano, enseguida planeó que su próximo viaje sería a Valledupar, la capital mundial del vallenato.

Ella, quien ejecuta varios instrumentos, entre ellos la guitarra y el acordeón piano, de inmediato se enamoró del acordeón de botones, y se trazó una nueva meta: aprenderlo a tocar en corto tiempo.

De esa manera, hace pocos días llegó a Valledupar, exactamente a la Escuela ‘Rafael Escalona Martínez’, para cumplir su sueño siendo apoyada por su esposo, el canadiense Jesse Hamilton, quien la acompaña y desea que “aprenda este folclor de llamativas historias y de música agradable”.

Para Sally Anne todo es nuevo, es otro mundo, pero ella se entusiasma a contar la historia que la tiene en Valledupar.

Poco habla el español, pero se defiende. Hay que hablarle pausado, mientras ella piensa por largo tiempo las respuestas, incluso, consulta en el diccionario.

“Estaba en la India, y allá el fotógrafo bogotano, (mira el nombre en una libreta), Andrés Vanegas Canosa, me habló por primera vez de un acordeón diferente al que yo toco, me habló de un Festival Vallenato que se hace acá, que lo había inventado una señora, ‘La Cacica’ y otros amigos”.

Enseguida preguntó: ¿Y la señora, ‘La Cacica’, vive?

Antes de responderle su pregunta, le dije que mirara a sus espaldas, en medio de una larga pared estaba una fotografía de ‘La Cacica’ sonriente. Entonces, dijo: “muy bonita, pero no me ha dicho nada”.

Entonces, me tocó guardar un largo silencio porque recordé aquella frase dicha por Consuelo Araujonoguera el ocho de marzo de 1968 y que ahora caía como anillo al dedo: “Con el tiempo, el vallenato se tomará al mundo”.

Enseguida, le conté esa historia triste sucedida el 29 de septiembre de 2001 cuando ‘La Cacica’ fue asesinada, y de sus logros a favor de este folclor que hoy representa a Colombia.

El amor se nota…

El eje principal para Sally Anne en lograr su propósito es su esposo Jesse, quien también es músico, con quien conforma un grupo llamado ‘Nice Verdes’, que interpreta música americana, latina y africana. Trabajan un largo tiempo en la música y labores afines, y así ahorran lo máximo posible para viajar por el mundo.

Él, la acompaña a la Escuela para que ella aprenda en dos meses lo básico de la música vallenata. Ella, atiende las clases y más cuando la dejan que se ponga el acordeón al pecho. Sonríe, sueña con ser en un tiempo no muy lejano la reina del acordeón y entonces regresa a los recuerdos de cómo conoció sobre la música vallenata. “Poco a poco iba escuchando vallenatos y me ví la película ‘Los viajes del viento”.

Cuando se le indaga sobre las canciones que conoce, dice que por nombres no se las sabe, ni tampoco a quién pertenecen. Entonces, sorprende con el lenguaje universal, de su boca salen las melodías y los presentes en la entrevista van diciendo los nombres: ‘La gota fría’ (Emiliano Zuleta Baquero), ‘Matildelina’ (Leandro Díaz), ‘La casa en el aire’ (Rafael Escalona) y ‘Los caminos de la vida’ (Omar Geles).

Para complacerla, el profesor Juan Figueroa tomó el acordeón e interpretó las anteriores canciones, su emoción entonces se torna inmensa. Movió la cabeza llevando el ritmo, sonrió y dijo: “Muy bien, muy bien. Bonita música, eso me gusta mucho”.

El rápido paseo por la música vallenata la hizo aprender muchas cosas, incluso, ya tiene como suya una frase de combate, esa que es nuestra identidad: “Ay hombe”.

También exaltó a Valledupar. “Es una ciudad bonita, tiene un río mágico, y lo mejor, hay muchos acordeones. Allá en Australia tocan son los adultos, los viejos, y acá, hasta los niños lo hacen muy bien. Es maravilloso. En esta Escuela, que supe lleva el nombre de un regio compositor, estoy encantada y ojalá el tiempo no pase tan rápido y pueda aprender más de la cuenta para regar el vallenato en mi país”.

Dos deseos

Viviendo esta nueva experiencia musical, manifestó que se casó hace 10 años y tiene dos grandes deseos: tener un hijo y ser reina del acordeón en Valledupar. “Claro, que eso no es por ahora, pero mi amor por el acordeón y la música vallenata es inmenso. Me gusta mucho porque cuentan historias que llaman la atención, son auténticas, tienen una melodía linda y única. Quisiera venir en tres años para poder aspirar a ser la reina del acordeón, porque en la vida no hay imposibles”.

Cerró los ojos, con la única finalidad de comenzar a inventar su propio sueño y nota a nota crear la bella canción del pensamiento, para bañarse en las aguas del río Guatapurí, ese que cuando está crecido al sentir la pasión se calma o cuando ese pedazo de acordeón se prende en el alma del corazón.

Sally y Jesse viven días gloriosos, sus sonrisas son sus compañeras permanentes y el sonido de un acordeón los transporta a ese mundo que diseñaron con lujo de detalles nuestros inolvidables juglares, mientras que Consuelo, López y Escalona le dieron la mejor forma hasta convertirlo en una fiesta nacional.

Los profesores y alumnos de la Escuela ‘Rafael Escalona’ están encantados con la nueva compañera, esa que llegó a untarse de la savia del vallenato, esa que hace posible que en Valledupar se trabaje cantando y los acordeones acompañen la serenata que llena el sentimiento de la máxima alegría.

Escrito por: Juan Rincón Vanegas

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