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Vallenatos y oraciones por la salud de Diomedes Díaz

Pudín con frutas de colores y agua fue lo primero que pidió Diomedes Díaz Maestre una vez salió de la toracotomía bilateral cerrada a la que se sometió con el fin de que los médicos drenaran los coágulos de sangre que se le formaron en el pulmón. Esto, a causa del accidente automovilístico que sufrió la semana pasada entre Valledupar y el corregimiento de Badillo. Según César Guevara, médico cirujano que lo intervino, la operación fue todo un éxito, y como medida preventiva, el artista  deberá permanecer uno o dos días en la unidad de cuidados intensivos (Uci) de la Clínica Shaio.

En el mismo sentido, Luz Consuelo Martínez, esposa del ídolo vallenato, se mostró complacida de su rápida reacción. “Él permanecerá en la Uci no porque esté delicado, sino para evitar alguna infección”, relató complacida mientras se dirigía a una cigarrería cercana con la misión de complacer los antojos de su compañero.


La esposa de Diomedes dice  que él permanecerá en la UCI no porque esté delicado, sino para evitar una infección.

Diomedes Díaz había sido ingresado a la sala de cirugía hacia las seis de la tarde de ayer domingo. Antes  de ser trasladado se asomó  por la ventana de  su habitación para saludar a los medios y a sus fanáticos y pedirles en un gesto solemne que encomendaran a Dios su salud. Cerca de una hora tardó el procedimiento  que estuvo a cargo del Dr. Guevara, quien explicó a los familiares y amigos de Díaz Maestre que la intervención se hacía con el propósito de prevenir futuras complicaciones respiratorias.

Nelson Wilches, empresario y amigo personal  del Cacique de La Junta,  fue una de las personas que estuvo pendiente el domingo  de su evolución médica. “Diomedes es muy fuerte y seguramente en poco tiempo va a estar grabando las canciones para el disco de Fiesta Vallenata”. Wilches  insistió en los bríos del  vocalista y compositor y aseguró que es un hombre que se está cuidando para  superar lo más pronto el tema  del accidente y para  seguir brindando  lo mejor de sus canciones y de su inspiración.

Días atrás, en la Clínica Shaio. Tan pronto como unas distinguidas damas se enteran del  paciente famoso que su padre enfermo tiene por vecino, sueltan un leve júbilo que rápido contienen por cuestiones de prudencia.  Están en la sala de espera del piso cuarto de la Clínica Shaio, al lado de Luis Ángel, Fredy y Miguel Ángel, tres de los hijos de Diomedes Díaz Maestre. Ellos, al igual que ellas, aguardan noticias, mientras rotan el ingreso a la habitación desde que el cantante fue remitido al centro hospitalario a las 23 horas del 31 de octubre.


Los hermanos Miguel Ángel y Fredy «El Cadete» Díaz

Las mujeres se acercan a los Díaz, indagan sobre el estado del cantautor, les manifiestan su solidaridad y hasta hacen planes a fin de organizar una fiesta para cuando los dos convalecientes sean dados de alta.

Aquí no ha estallado la misma romería  que se produjo en Valledupar una vez la gente supo del siniestro, sin embargo, ha sucedido que la noticia  – lo decía Rafael Escalona Martínez de sus canciones- se ha propagado como el bostezo, de boca en boca.

Los vecinos del bario Morato, donde está ubicada la clínica, guardan recato para no alterar la calma del sector, mientras los fieles seguidores del Cacique, presentes siempre en la gloria y en las dificultades, buscan la manera de comunicarse con él. Le han escrito cartas, le han enviado flores, le mandan versos y razones encubiertos en una biblia. Son mensajes que sólo el destinatario lee, ni sus mismos descendientes se atreven a violar la correspondencia.

Dicen los familiares que el Cacique de La Junta desnuda congoja y prefiere no hablar del percance. Se solaza en el video y en las novedades que Luz Consuelo Martínez le da de Carmen Consuelo y Katiuska, sus dos bebitas.

Afuera en los pasillos, Fredy, el mayor de la estirpe Díaz Martínez, bandea con destreza la incertidumbre, las llamadas y las preguntas. De cariño lo llaman ‘El Cadete’, es alumno de un colegio militar y el primer fruto de un amor que nació en sigilo hace más de quince años, como los Amores escondidos, el merengue de Mario José Zuleta.

Aunque pocas oportunidades tienen de coincidir, a Fredy, hijo de Luz Consuelo; Miguel Ángel, hijo de Yolanda Rincón; Luis Ángel, hijo de Patricia Acosta; los une su vínculo común y el sentimiento de solidaridad por la salud de su papá. Miguel, nacido en Bogotá, es tal vez el más  tímido de los tres y el que menos arrima por la habitación. “Aunque sé que se va a recuperar muy pronto, me duele mucho verlo así”, manifiesta con el gesto simpático de un crío orgulloso, y agrega: “él es un ícono de la música en Colombia, un tipo humilde y sencillo”.

A su lado, Luis Ángel, es más disperso. Atiende su teléfono móvil, les explica a las damas cómo  es la dinámica de una presentación vallenata, va al cuarto, sale, baja por el ascensor. Es la misma estampa de Rafael Santos y Martín Elías, y también está apisonando el terreno de lo que será su carrera musical.

Quien se mantiene inamovible en la habitación es Luz Consuelo, como centinela del reposo  que debe guardar Diomedes. Cada cual pasa el tiempo a  su acomodo, a la espera de más señales de alivio en el artista y de un nuevo reporte médico.

No se ha establecido el tiempo que permanecerá internado ni el de su incapacidad, aun así, los tres vástagos que lo asisten coinciden en que muy pronto su padre estará montado en una tarima.

“Es un roble”, señalan, y como que suenan en el aire unas viejas octavas de Máximo Móvil grabadas por los Hermanos Zuleta: Como un firme me  he sabido parar / porque no soy tan fácil de vencer /yo me siento lo mismo que un laurel/ que ha nacido a la orilla del Cesar/ la corriente lo puede tambalear/ se sostiene y no se deja caer…

Igual debe estar Diomedes en la habitación de la Shaio, mirando por la ventana, aunque no marroncita, y muy seguramente cavilando nuevos versos sobre este episodio que lo mantiene incapacitado. Todo da para un vallenato, a pesar de que varios se recuerdan con los nombres y con los hechos. Transitaba en una camioneta pidiendo vía rumbo a Las Nubes, su finca en el corregimiento de Badillo. Se atravesó una vaca, y el conductor, su sobrino Luis Carlos Hinojosa, por evitarla, perdió el control. Si fuera en versos, tal vez Hinojosa explicaría lo sucedido más o menos así:

“Diomedes iba pa’ Las Nubes / y una vaca se atravesó / y como esquivarla no pude / por eso el carro se volcó”.

Escrito por: César Muñoz  Vargas
Fuente: El Heraldo

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