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Gustavo Gutiérrez: «La timidez me sirvió para hacer lo que he hecho»

Con el homenaje dedicado a su persona en el Festival de la Leyenda Vallenata, Gustavo Gutiérrez Cabello conoce desde junio del 2012 –fecha en que se oficializó el homenaje–un momento único de consagración y de encuentro con el público.

2013 es su año. Un año para entender su recorrido, apreciar cada una de sus composiciones y, también conocer cuáles han sido los grandes retos que el cantautor ha tenido que superar antes de encontrarse ahí donde está.

En ese sentido, el conversatorio “La Perla encantada”, organizado con motivo del 463º aniversario de la ciudad de Valledupar, fue uno de esos momentos destacados en los que Gustavo Gutiérrez se mostró tal y como es: un hombre sencillo y humilde, abierto y sonriente, que abraza la vida y el género Vallenato como una poesía cristalina, es decir con ardor y pasión.

Pero dos detalles nos llamaron especialmente la atención. El primero tiene que ver con su juventud. Gustavo Gutiérrez daba señales de ser, desde muy temprano, un gran e incansable futbolista.

Su amigo y vecino, Jaime Pérez, lo ratifica: “Recuerdo a Gustavo como un excelente jugador de futbol en un equipo llamado River. Pero lejos estaba de pensar que Gustavo iba a revolucionar el folclor vallenato y partirlo en dos”.

Ese amor por el balón fue disolviéndose en el día a día, mientras que el amor por la poesía y la composición fueron afirmándose paulatinamente. El discurso establecido con su entorno, al son de una guitarra o de un acordeón de piano, adquirieron el peso que hoy le reconoce el Festival Vallenato.
Sin embargo, el detalle más impactante, y en el que más insistió el mismo cantautor, fue ese rasgo característico: la timidez que le acompaña desde pequeño, cuando ya trataba de enamorar a hermosas muchachas, sin cansarse o desmoralizarse por los rechazos, gracias a la prosa nacida en sus momentos de soledad.

“Me revivió el hecho de ser compositor, me endureció –argumenta Gustavo Gutiérrez–. Apartó para siempre esa timidez enfermiza que me marcaba”.

Y hablando de su familia, Gustavo explica con un tono meditativo que desde pequeño se parecía a su madre. Ella era todo lo opuesto a su marido, siempre taciturna, tímida y entrometida. Y justamente, de todo eso, el homenajeado del 46º Festival supo sacar lo mejor.

“Creo que me ayudó mucho –manifiesta Gustavo con una sonrisa, agradecido con cada detalle de esta vida–, porque yo siempre busco la soledad y, cuando estoy solo, dejo lo material. Me convierto en un soñador. La timidez me sirvió para hacer lo que he hecho”.

Y es cierto, la prosa excelsa del compositor nació en esos momentos de ensueño, divagación y soledad. Esos momentos en los que el alma busca la comprensión y el querer, y lo expresa en clave poética.

La sensibilidad de Gustavo fue, desde muy temprano, lo que le dirigió hacia el arte y el folclor, a pesar de su formación administrativa. Y en esos momentos donde primaban los sentimientos, el compositor se dejaba conquistar por la belleza de una mujer. Eran experiencias románticas que también podían terminar de manera dolorosa.

“Recuerdo una vez, cuando trataba de enamorar una chica, que ella me interrumpió y me dijo: ¿Y yo por qué voy a pararte bolas si te pareces a un cadáver?” –explica Gustavo. Esas palabras le atormentaron durante tres días, el tiempo que pasó encerrado en su casa tratando de asimilar el motivo de tanta dureza.

Más adelante, en medio del público, después de recoger una hermosa rosa –esa flor que lo acompaña en la mayoría de los escenarios–. Gustavo Gutiérrez se alza para declamar los versos de una de sus composiciones.

Su grandilocuencia subyugan a la audiencia. Todos le responden con un fervoroso aplauso, aclaman su talento, pero también su capacidad para enfrentarse a la timidez y vencer sus propios miedos.

Fuente: Panorama Cultural

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