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«El acordeonero era el que mandaba»: Miguel López

Desde que se ingresa a La Paz y en uno de sus letreros se ve la imagen de los tres reyes vallenatos nacidos en este municipio, se siente que se está en la tierra de una de las dinastías de acordeoneros más reconocidas en el folclor, la de los Hermanos López. Una familia que ha hecho del vallenato una forma de vida y de sus vidas una pieza fundamental en la formación de la música más representativa del país.

Tuvimos un buen comienzo con Jorge Oñate quien fue el cantante que más representó a este grupo, después lo siguieron artistas como Fredy Peralta, Gustavo Bula, Pedro García y Santander Durán.

Para conocer un poco más la historia de esta dinastía, El Pilón recorrió las ‘calles raras’ de este municipio y bajo la sombra de un árbol de mango sembrado en medio de ese famoso patio de la casa López, entrevistó a Miguel, acordeonero del grupo de hermanos y una de las figuras más representativas de esta dinastía.

El Pilón: ¿Cómo inició la dinastía López?
Miguel López: Mi Papá era acordeonero, mis tíos también,  yo toco acordeón desde los siete años y desde que eran niños se lo enseñé a mis hijos.
En mi vida no he visto otra cosa que no sea vallenato, mi abuela tenía una casa muy famosa que tenía un patio grande donde en el pasado se hacían parrandas con los cantantes de la época, ahí tocaban los más grandes y todos eran amigos de la casa, así empieza la historia de los López.

EP: ¿En qué momento ese gusto por la música ya se convierte en algo profesional y cuándo empiezan a ser un grupo respaldado por una casa disquera?
ML: Yo toco desde los siete…

En los años 50 yo tenía 14 años, (saca la cuenta mentalmente y confirma con la cabeza) desde entonces con amigos, ya teníamos un pequeño conjunto y yo tocaba en las fiestas a cambio de alguito de plata o del trago… ¡Vainas de pelao!

Ya después formamos el grupo: Poncho, el ‘Debe’, Pablo y yo y grabamos con CBS. Tuvimos un buen comienzo con Jorge Oñate quien fue el cantante que más representó a este grupo, después lo siguieron artistas como Fredy Peralta, Gustavo Bula, Pedro García, Santander Durán.

EP: Empezó bastante joven. ¿Qué recuerda de esas épocas? ¿Era mujeriego?  
ML: (Ríe con una fuerte carcajada y mira a los costados a ver si alguien lo está escuchando) Nosotros toda la vida hemos sido mujeriegos. En esa época era mucho más sano todo y a uno le exigían más, antes no era cualquiera el que grababa, ahora cualquiera graba, los agarran de las manos y los llevan a las casas de grabación.

EP: Ahora que compara el pasado con el presente, hay como una sensación de enfrentamiento entre cantantes y acordeoneros por el papel protagónico, ¿Cómo se manejaba ese tema en su época y cómo lo ve ahora?
ML: Ya los tiempos no son los mismos. En nuestra organización mandábamos nosotros, Jorge Oñate le pagaba y lo mandaba yo. Creo que ninguno de los dos debe ser más importante y no hay que olvidar que la base fundamental de esta música es el acordeón.

El cantante también juega un papel fundamental, por eso es necesario que exista un equilibrio y que los dos brillen del mismo modo. Algo como lo que lograron Rafael Orozco y el ‘Pollo’.

EP: ¿Cómo ve el Vallenato de hoy en día?
ML: Uno no puede opinar mucho porque hay a quienes no les gusta, antes era mayor la exigencia. Antes de grabar, nosotros nos encerrábamos en una finca a ensayar, ahí repetíamos una y otra vez para que todo estuviera perfecto.

La gente de la CBS era muy exigente y así tenía que ser para que el vallenato estuviera donde está ahora. Igual los muchachos tienen otras prioridades.

EP: Y de sus hijos ¿Cuántos siguieron sus pasos?
ML: Mi familia es toda amante del vallenato. Tengo dos hijos acordeoneros, Álvaro y Román, los dos muy talentosos.

Álvaro está en estos momentos en una finca ensayando porque está grabando con Diomedes y Román empezó con Silvestre pero se enfermó. Ahora está en uno de los cuartos de la casa practicando su acordeón.

Pepe Morón Reales
El Pilón

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Un comentario

  1. Esas son las historias sabrosas de las que se debe hablar y publicar, parece uno leyendo una novela.