Eran las 4 de la madrugada del domingo 26 de mayo de 1957 y en esa casa de paredes rústicas de tierra roja -rellenas de argamasa mezclada con el poco cemento que la miseria permitía disponer- se vivía la tensión propia de un parto y, peor aún, del de una mujer primeriza en las lides de traer hijos a este mundo.
-”Ve, Vila, aguantá, aguantá”, le decía Gregoria Maestre Hinojosa, “Tía Guecha”, a su hermana Elvira Antonia. Para ese momento la embarazada llevaba varias horas de fuertes dolores abdominales que la estaban desgastando más allá de lo que su delgada y frágil contextura permitía, pues ella se levantaba del piso poco menos de 1.60 de estatura, pesaba 55 kilos y su cuerpo era más delgado de lo normal. Eso sí, tenía una voluntad de lucha inversamente proporcional a su constitución física que le permitió combatir para lograr favorecer a cada uno de los hijos que poco a poco le fueron llegando, hasta completar los 11 que trajo al mundo.
-”¡Guecha, Guecha, ay no puedo, Guecha!”, le repetía Vila.
-”Tu podeí, mana, ¡ánimo!”, le respondió.
Las dos hermanas eran parte de la docena de hijos que tuvo la unión entre un emigrante español de comienzos del siglo XX, Manuel José Maestre y la indígena guajira Eufemia Hinojosa, “Mamá Pema”. Pareja que un día decidió irse a vivir merodeando en su trasegar residir por los lados de La Junta, La Peña y otras poblaciones vecinas del sur de La Guajira. Todo hasta cuando tuvieron para compararse un pedazo de tierra.
Guecha asistía a su hermana para que la llegada de su primer embarazado se diera lo mejor posible y así pudiera prolongar la estirpe.
-”Me duele mucho, Guecha”, le replicaba la conviviente de Rafael María Díaz Cataño, un pobre campesino jornalero que por andar trabajando tanto no estaba al pendiente del nacimiento del que sería el mayor de sus hijos y, con el paso de los años, el más famoso cantante de vallenato jamás nacido en Colombia, Diomedes Díaz Maestre.
Los hechos sucedían en la Finca Carrizal, una pedazo de tierra que se levanta en la cumbre de un pequeño cerro distante a 10 minutos del parque principal del corregimiento de La Junta, jurisdicción del municipio de San Juan del Cesar (La Guajira), norte de Colombia. Tierra pobre, poblada desde hace varios siglos por etnias indígenas descendientes de la tribu Wayuu, asentada principalmente en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta.
La partera hacía su oficio ayudada solo por Guecha. Encima de la cama dispuso el aguamanil y uno que otro trapo con que limpiaría al bebé recién nacido una vez Vila pudiera dar a luz.
No eran las 5 de la mañana cuando la mujer sintió cómo de sus entrañas salió el fruto de su amor.
El bebé lo recibió la partera y acto seguido se lo pasó a Guecha, que mojó de inmediato el trapo blanco de algodón que tenía en su mano y que sumergió en una olla de agua panela para empezar, luego, a darle gotitas escurridas en la pequeña boca del que sería el hijo más querido de La Junta, su pueblo.
“Yo fui la que paladeé a Diomedes Díaz, él me quiere porque sabe que yo lo cargué casi al momento de nacer”, dijo Guecha que vive en la zona del Hatico, en la finca que dejaron los abuelos papa Goyo y mama Pema y que el propio Diomedes Díaz ha ido arreglando poco a poco, hasta convertir lo que era una choza en una casa de doble planta, con confortables habitaciones aunque aún hoy por concluir.
Nacido el infante, la mañana de ese mismo domingo arribó su papá, Rafael Díaz, acompañado de el “Mono” Fragozzo, uno de los más destacadas acordeoneros de la zona a mediados del siglo pasado.
Allí, en ese cuartito pequeño, “el mono” tocó el acordeón al que bautizarían como Diomedes, gracias a que a su mamá se le ocurrió consultar el “Almanaque pintoresco de Bristol” y se encontró con el singular nombre.
“Ellos tocaron “el amor, amor”, yo estaba ahí y lo escuché, pero es mentira de eso que dicen que el pelado dizque abrió los ojos… ¡Paja!, !pajarilla de la buena! ese pelado estaba era más dormido que esos osos que dicen que comen una vez y duermen como seis meses…”
El Espacio
Título original: Tía Guecha: La partera del Cacique