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«La candela viva» regresó para exaltar a Chimichagua

Corría el año 1955 cuando el Rey Vallenato Alejo Durán Díaz llevó a la pasta sonora la canción ‘La candela viva’, inspiración que apareció como de su autoría, pero que en realidad pertenece a Heriberto Pretel Medina, compositor, cantador y tocador de tamboras, aire autóctono de esa región del río Magdalena.

Alejo, ya conocía esa y otras obras como ‘La perra’, ‘Mi compadre se cayó’, ‘La palomita’, ‘La pava echá’, ‘Dime por quién lloras’ y ‘Vuela pajarito’, debido a que su señora madre, Juana Francisca Díaz Villarreal, era una reconocida cantadora de tambora.

La historia de la canción, que tiene más de 15 versiones, y que es interpretada obligatoriamente en los festivales de tambora que tienen lugar en los departamentos del Cesar, Magdalena y Bolívar, nació a raíz de un incendio ocurrido en Chimichagua, Cesar, el 14 de febrero de 1923 en la casa de Luís Roberto León. Era un miércoles de ceniza, y la casa donde se originó la candela está ubicada actualmente en la calle 6 con carrera 4, esquina.

Fuego consumidor

Todo comenzó cuando esa tarde Ana María Flórez asaba panochas, galletas y almojábanas en un horno de barro, de repente, la brisa provocó que salieran varias chispas que llegaron hasta el techo de palma y comenzó la conflagración que acabó con la mayoría de casas del pequeño pueblo. A raíz del hecho se inspiró Heriberto Pretel y compuso ‘La candela viva’, un aire de tambora que es un baile cantao.

Respecto a la canción, el folclorista, docente e investigador Hernán Martínez Argüelles señala que “esta es una obra que identifica a Chimichagua, como también ‘La Piragua’ de José Barros y varias canciones de Camilo Namén Rapalino. De generación en generación se ha conocido que la canción es del juglar Heriberto Pretel Medina, no podía ser de Alejo Durán porque cuando sucedieron los hechos del incendio él contaba solamente con cuatro años, pero se le abona haberla grabado y eso vale mucho”.

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El viejo Heriberto, negro bonachón y alegre, era un compositor innato que vivió gran parte de su vida en el actual corregimiento de Plata Perdía, fue un gran devoto de la Virgen de la Pastorita, a la cual le celebraba su fiesta el 15 de agosto de cada año.

El célebre compositor murió el domingo 14 de agosto de 1988, a la edad de 89 años, y paradójicamente en su sepelio, el sacerdote de Chimichagua no dejó que sonaran las tamboras argumentando que “el difunto debía descansar en paz”.

Ese día, la candela viva del dolor se extendió por los corazones tristes y la pregunta que Heriberto hizo en una de sus canciones tuvo respuesta inmediata: ¿Dime por quién lloras y te diré por qué?

Pasados 25 años de la partida del hombre campesino que le puso música a un incendio de varias casas, aparecen Totó La Momposina y Jorge Celedón para regalarle un nuevo atuendo a ‘La candela viva’. Ahora suena la canción con la letra original, los tambores afinados y las voces fieles a la autenticidad folclórica de una canción que se convirtió en ícono de la música colombiana.

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Cabe anotar que Sonia Bazanta Vides, Totó La Momposina, ya la había grabado años atrás, incluso, se entrevistó en Chimichagua con su autor el 26 de junio de 1979, fecha que coincidió con la realización del Primer Festival de Danzas y Tamboras. En esa ocasión, Totó reconoció el talento innato del compositor y cantó su bella canción.

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Que no muera la tambora…

Corría el año de 1986, El Espectador abrió un concurso de crónicas y teniendo como protagonista a Heriberto Pretel escribí ‘Que no muera la tambora’, que se alzó con el primer puesto.

La crónica trata del viaje de una joven a Plata Perdía para que el viejo juglar tocara su tambora y ella pudiera bailar, pero se encontró con la sorpresa de que él solamente lo hacía el día de la fiesta de la Virgen de La Pastorita.

“Ella, con el paso de los minutos lo convenció y fue así como Heriberto Pretel le pidió al mayor de sus nietos que le bajara del zarzo la vieja tambora que por el paso del tiempo estaba arropada de telarañas. Limpió su sagrada tambora, como le decía, enseguida tomó los mambacos en sus manos y comenzó a producir un sonido llamativo y cadencioso que puso en alerta a sus vecinos que conocían de su promesa a la virgen.

La joven, mientras tanto se quitó los zapatos, puso a un lado su mochila y con facilidad tomó el ritmo. El viejo le da una mirada de aprobación y la invita a seguir bailando. Al cabo de un rato, después de tocar y cantar varias de sus canciones, dijo que ya estaba bueno, que había roto la promesa porque a las mujeres no se les puede rechazar y, menos si son bailadoras de tambora.

Ella, cansada agradeció el gesto, se sentó bajo un frondoso palo de mango, cerró sus parpados y comenzó a ver un auditorio repleto en cuyo escenario varias parejas bailaban al son de los cueros de una tambora tocada por manos expertas. Los aplausos de la concurrencia no cesaban y todo era alegría en ese epicentro folclórico.

Al abrir los ojos, el viejo juglar Heriberto Pretel tenía en sus manos una flor de gardenia, se la regaló como trofeo de esa velada folclórica, reiterándole que Dios y ella no iban a permitir que muriera la tambora”.

Desde aquel momento memorable han pasado muchos años, ahora con mayor fuerza, en las voces de la genial Totó La Momposina y el cantautor Jorge Celedón para la producción musical ‘Sin frontera’ regresa ‘La candela viva’, para no permitir que muera la tambora y naturalmente exaltar a Chimichagua.

Juan Rincón Vanegas
Periodista

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