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A Olga Piña (La señora de los pasteles) el marido la celaba con Diomedes Díaz

Ese mediodía a Corozal, Sucre, lo visitaba el sol que como de costumbre tenía toda su carga puesta. Además, la cita con Olga Regina Pérez Gómez, la mujer que hace los mejores pasteles de arroz con cerdo y pollo de la región no estaba concertada y la visita era para llegar a almorzar en su famoso negocio que a esa hora estaba bien concurrido.

Muchos, antes de probar los pasteles se dan un paseo por el local con la finalidad de observar los cuadros donde aparece Olga con diversos artistas, especialmente con su “hijo” Diomedes Díaz.

De repente ella apareció vestida de luto, y dio a conocer la causa. Era por dos personas que amaba y que murieron. Su marido Hugo González, y su hijo Diomedes.

“A Diomedes lo quise tanto que me consideraba también su mamá como Elvira Maestre”. Lo dice tan convencida que hace un relato pormenorizado de su vida, de las cartas que le mandaba cuando estuvo preso, de las visitas que le hizo y de lo mucho que le gustaban sus pasteles que le enviaba donde él le dijera, “O sin decirme tenía su buena cantidad de pasteles”.

Esta mujer de 75 años y madre de seis hijos, quien ha vivido desde hace más de 20 años en el barrio Las Flores, lugar donde tiene su negocio ‘Pasteles Olga Piña de Colombia’, comienza diciendo que desde muy joven era seguidora de Diomedes, pero cuando cayó preso, y sin conocerlo personalmente, le mandó la primera carta que tiene fecha del martes enero 21 de 2003.

En uno de los apartes de ese documento que ella guarda con recelo dice: “Aunque es difícil para usted leer de una carta cuando se trata de una persona “desconocida”, para mi es una satisfacción que estas líneas lleguen a sus manos y conozca por medio de este escrito a una amiga o mejor una madre de 63 años de edad, que ha seguido muy de cerca su carrera musical y que sufre cada momento por su condena, pero que con la fe en Dios y la Virgen del Carmen muy pronto saldrás libre de culpa. Acá espero verte llegar y hacer realidad una ilusión de abrazarte y darte un beso hijo querido”.

Estas letras fueron el hilo conductor para que Diomedes Díaz, supiera de Olga Piña y naciera una sincera amistad que se interrumpió por su despedida de la vida.

La ilusión a Olga Piña, que no es su apellido, pero su esposo cuando niño vendía piñas por las calles del pueblo, y ella lo heredó por voluntad popular, se hizo realidad tres años después cuando Diomedes llegó a realizar una presentación a Sincelejo y pasó a conocerla.

“A mi me habían dicho que él iba a venir y le guardé un pastel especial. Al llegar me abrazó, me besó y me dio las gracias por quererlo tanto. Me hizo llorar cuando me dijo que era su segunda mamá”.

Se queda pensativa porque el recuerdo la estaba atropellando y en esos casos es mejor dejar que el pensamiento tenga vía libre para que las penas y las alegrías ocupen el más amplio espacio en el corazón.

Después, ya más tranquila relata que Diomedes le regaló un rosario de oro y unas gafas enchapadas en el mismo metal, las que son su gran tesoro, y cuando se enfermaba le mandaba un millón o dos millones de pesos para que fuera al especialista y comprara los medicamentos. “Diomedes me quiso mucho, y yo quiero a su familia como si fuera la mía”.

Entonces, recuerda que dos días antes de morir Diomedes la llamó para decirle que le llevara un hierro con el nombre de ella porque le iba a regalar unas novillas. “Me quedé quieta con eso”. Y cerró el comentario.

Lo que si dijo fue como se enteró del deceso del gran artista. “El 22 de diciembre en horas de la tarde estaba machucando un ajo y ‘El Lachi’, uno de  mis empleados me dijo que Diomedes se había muerto. Le reclamé, que eso no se hacía, que no fuera tan vergajo, pero me dijo que viera la televisión. Efectivamente, estaban dando la noticia. Me puse mal, me tocó ir al médico, y la gente seguía dándome el sentido pésame”.

Olga Piña con la familia que se ganó con amor. Foto Juan Rincón Vanegas

Dos grandes amores…

Ella entra en ese relato triste y difícil de superar, pero en ese momento una vecina le dice que dijera que su marido Hugo, la celaba con Diomedes. Al principio no quería contar ese episodio, pero después lo hizo con pelos y señales.

“Era verdad, me decía que por todas partes de la casa tenía fotos y afiches de Diomedes, que a cada rato le mandaba pasteles a Valledupar y a otras partes, que mis conversaciones giraban alrededor de ‘El Cacique de La Junta’, que lo idolatraba, y él estaba un lado y para lo necesario”.

Sonríe y entra en el terreno de la explicación. “Le decía a mi marido quien murió hace tres años, que eran dos amores diferentes y que a Diomedes lo quería como si lo hubiera parido. Ahora, a los dos los visito en sus tumbas, les llevo flores y les rezo mucho. Ellos, significaron mucho para mi y los llevo en mi corazón y mi alma”.

No había lugar para más preguntas porque el sentimiento cubrió todo su ser y solo fue interrumpida cuando uno de sus empleados le llamó la atención para averiguar por un pedido de 50 pasteles.

Consultó en un cuaderno y le dio las respectivas indicaciones. Seguidamente hizo un repaso por su vida que ha estado sazonada de muchas cosas, pero especialmente por ser considerada la segunda mamá de Diomedes Díaz. Debido a eso algunos en el pueblo le dicen a Olga Piña, que debería ser parte de la telenovela que por estos días se emite por un canal de televisión.

Ella ríe e indica: “Con sus recuerdos tengo, y si me llaman estoy a la orden porque cuando se trata de Diomedes Díaz doy hasta la vida”.

Juan Rincón Vanegas

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