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Cuando Juancho Rois dijo «adiós»

Aquella tarde de finales de noviembre de 1994, la plaza principal de San Juan del Cesar (La Guajira) la abarrotaban cientos de personas que querían darle el adiós postrero a uno de los más legendarios acordeoneros vallenatos de todos los tiempos: Juan Humberto Rois Zúñiga, “Juancho”.

Rois Zúñiga había fallecido la noche del  lunes 21 de noviembre de 1994 en proximidades del Aeropuerto de San Tomé, de la Población de El Tigre, en el Estado Anzoátegui (Venezuela).

La avioneta Cessna Piper YV-628P, matriculada a nombre de Pedro José Monsalve, se precipitó a tierra cuando impactó una de sus alas contra una torre que había a un costado de la vía. (Ver también: Así quedó la avioneta en la que se mató Juancho Rois)

Hacía el trayecto Caracas-El Tigre llevando como pasajeros al acordeonero Juancho Rois; al técnico de acordeones, Eudes Granados; al bajista Rangel “El Maño” Tórres; al cajero, José “Tito” Castilla y al guacharaquero, Jesualdo “El Zurdo” Ustariz.

La avioneta había sido enviada por el “Guti” Gutiérrez, propietario de la Hacienda Los Muchachos, para que los trasladara a una fiesta que se hacía en esa finca en la que tocaba, también, una de las glorias del folclor llanero  venezolano, Reynaldo Armas.

Tocaría con Juancho Rois, haciendo la voz, Enaldo Barrera, “Diomedito”, un joven músico vallenato que imitaba muy bien la voz del Cacique de La Junta y que era amigo personal de Juancho. Y basado en esa amistad, harían las delicias de los asistentes de la fiesta. (Ver también: Por qué «Diomedito» no estaba en la avioneta con Juancho Rois?)

A “Diomedito”, le llegó en plena fiesta de que los que venían de la agrupación de Diomedes había sufrido un accidente en las inmediaciones del aeropuerto de esta ciudad venezolana. (Ver también: Enaldo Barrera narra los tristes momentos después del accidente de Juancho Rois)

Sin pensarlo dos veces, a pesar de que le indicaran que no lo hiciera, le informó a Gutiérrez la mala nueva.

Impactado fue llevado a un hospital local en donde finalmente los dejaron.

-¿Usted pertenece al conjunto vallenato?, le preguntó un médico a Enaldo Barrera.

-Si.

-Venga, para que identifique los muertos.

“Diomedito” caminó al lado del médico pidiendo en su interior de que los muertos no fueran los que pensaba y, menos, su amigo del alma, Juancho. Su anhelo se convirtió en tragedia.

-¿Lo reconoce?.

-Si, es Juan Humberto Rois Zúñiga, Juancho, dijo con voz entrecortada.

-¿Y él?

-Rangel Tórres (el bajista), respondió.

En su alma se mezclaban sus más sufridos sentimientos. Se hizo a un lado y a los pocos minutos comenzó la necropsia. Las observó enmudecido y en extremo dolido.

Al poco rato le entregaron un efectivo que llevaba el acordeonero en su bolsillo, la argolla matrimonial y otros detalles. Los mismos que entregó en su propia mano días después a la entonces viuda, Jenny Dereix, esa monteriana con la que se había casado 35 días antes en una imponente fiesta que realizaron en el Club Montería.

De allí, los cuerpos los trasladaron a Maracaibo en donde Diomedes los recibió en el hangar y posteriormente los remitió a Colombia por tierra hasta entrar por la frontera en Paraguachón.

Dos cuerpos los llevaron a Valledupar (Cesar) y el de Juancho Rois quedó en San Juan del Cesar (La Guajira). Una multitud lo acompañó hasta que quedó al final del día en su morada eterna del cementerio de la población.

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Héctor Sarasti
RPTV Noticias

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