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‘El canto y la ponzoña’, la rivalidad entre Oñate, Diomedes y Rafael Orozco

Ay, si el envidioso supiera cuánto lo admira el envidiado.

Los orígenes de esta historia se remontan a 1976, año en el que comenzaron sus carreras los cantantes Diomedes Díazy Rafael Orozco . En ese momento el vocalista más aclamado de la música vallenata era Jorge Oñate.

A Oñate le sentó mal que le llegara compañía a la cima en la cual reinaba. En especial le molestaba la existencia de Diomedes. Le ponía apodos – «El bizquito desafinao»-, le negaba cualquier mérito, y además se burlaba de sus inflexiones en el canto. Cuando Diomedes grabó el merengue «A mi papá», estiró más allá de lo técnicamente correcto uno de los estribillos:

No te preocupei papá

Porque aquí tenei tu hijooooooooooo

Así alimentó el repertorio de burlas de Oñate.

– ¡Veee, el bizquito ese ya no quiere cantar vallenatos sino imitar a Tarzán! -exclamaba en sus conciertos.

Lo que Oñate no sabía -ni le interesaba- era que mientras él se revolcaba en el caldo de la envidia, Diomedes lo admiraba. Se aprendía sus canciones y las cantaba en cuanta serenata ofrecía.

«Todavía hoy mi hermano compra los discos de Jorge apenas salen al mercado», me dijo Rafael Díaz.

Pero Oñate no nació para andar por ahí mostrándoles una bandera blanca a los colegas que le caen mal, que son casi todos los que tienen éxito. Cuando Diomedes fue encarcelado por la muerte de una de sus fans, Oñate dejó claro que se encontraba satisfecho. En una de sus canciones soltó este grito envenenado, seguido por una risotada:

– ¡Te acabaste, cabo e’ vela, y ahora ni quién te prenda, Jajajajajaja!

Después, Oñate le ofreció dinero a Rafael Díaz, hermano pobretón de Diomedes, para que fuera al aeropuerto de Valledupar a recibirlo. Rafael fue sin preguntar en qué consistía el negocio, pues para él bastaba con saber que se iba a ganar unos pesos. A Díaz le pareció curioso, eso sí, que en el momento en que él y Oñate se dieron la mano, un fotógrafo registró el acontecimiento.

A los pocos días la foto apareció en un diario local, encima de una leyenda perversa: «hasta un hermano de Diomedes fue al aeropuerto a esperar a Jorge Oñate».

Con Rafael Orozco , en cambio, la rivalidad de Diomedes fue estrictamente musical. Jamás se ofendieron de gesto o de palabra, jamás mostraron recelos en público. Pero en privado cada uno veía al otro como una pesada cruz.

Cuando Diomedes tenía que compartir escenario con Rafael Orozco -me dijo su exmánager Joaquín Guillén- se preocupaba tanto que no dormía bien ni probaba bocado. (Ver también: Diomedes Díaz y Rafael Orozco: detalles de una rivalidad respetuosa)

Le conté esto último al compositor Rosendo Romero , amiguísimo de Rafael Orozco , quien me respondió: «eso era lo mismito que le pasaba a Rafa cuando le tocaba alternar con Diomedes. Lo mismito».

El hombre, decía Maquiavelo, es tan mezquino que a veces no soporta ni la competencia del mediocre. Desde cuando conocí esta historia me pregunto qué sentirían ciertos envidiosos si supieran cuánto los admiran las personas a quienes envidian.

Alberto Salcedo Ramos
El Colombiano

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