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La puya y el son nada que despegan

Históricamente, en la música vallenata se ha librado una batalla en procura de hacer sobrevivir y levantar, casi de sus cenizas, los aires del vallenato que en los últimos 40 años han mermado su favorabilidad en los amantes de este genero musical; la puya y el paseo; esa contienda la vemos cada día mas difícil en la medida que evoluciona y se transforma el vallenato, hoy muchos podrán afirmar que se encuentra totalmente perdida; sin embargo, yo me resisto a creerlo.

Son muchos los esfuerzos que se han hecho para lograr posicionar en el gusto de los colombianos tanto el son como la puya, pero pienso que todavía se puede hacer más en esta loable causa; por ejemplo, no es suficiente con que en el Festival de la Leyenda Vallenata y en algunos otros festivales en el concurso de la canción inédita se separen los aires, tampoco basta con que algunos interpretes de actualidad incluyan en sus trabajos discográficos un son o una puya.

Quiero hoy en esta entrega hacerles un homenaje a estos dos aires y llamar la atención de todos aquellos que de una u otra manera tenemos que ver con el folclor, para que emprendamos acciones más contundentes en busca de no dejar que se apague la llama de la esperanza de que estos aires tradicionales no desaparezcan, sino – por el contrario- que se fortalezcan y sean apetecidos como en otrora.

La puya y el son se han caracterizado por ser los dos aires del vallenato en los que en cada uno prevalecen notas distintas, así en la puya son los pitos los que llevan la batuta y los bajos simplemente acompañan, mientras que en el son es todo lo contrario, son los bajos quienes protagonizan con su énfasis y la concentración del interprete debe permanecer allí.

Para hablar de la puya debemos inicialmente decir que en sus comienzos no tenía letra y que era pura melodía en la que se imitaba el canto de algunas aves; sin embargo al agregarle letra y canto esta se hizo más interesante, porque en ella predominan la sátira y la jocosidad y su patrón rítmico se presta para lo que llamamos versos de cuatro palabras; la puya, que tiene gran similitud con el merengue, incluso muchos intérpretes la han llegado a confundir, haciendo pases de merengue en una puya y viceversa, otros han tocado un poco más rápido un merengue pretendiendo hacerlo pasar por puya, no se tocaba en sus comienzos con la velocidad que se interpreta hoy, era mucho mas cadenciosa, escuchemos las interpretaciones de Alejandro Durán o de Abel Antonio Villa y notaremos la diferencia con la puya que se interpreta hoy día.

Dice Julio Oñate Martínez que la primera puya que se llevó al acetato fue “Mi negra linda,” en 1944, por quien se autodenominara El padre del acordeón Abel Antonio Villa en un sencillo de 78 rpm grabado en el sello Odeón de Chile, luego vendrían las grabaciones de Luis Enrique Martínez, “Colacho” Mendoza y Alejo Duran, de quien se afirma fue su mayor impulsor y tal vez inmortalizó la puya mas famosa de la historia “Pedazo de acordeón”.

Por su parte, el son vallenato que es el aire melancólico y cadencioso, propicio para las quejas y crónicas, en el que prevalece la nostalgia, también se encuentra en agonía a pesar de que recientemente se llegó a pensar que cobraba mejor vida con el éxito de Jorgito Celedón “Ay Hombe” y que los demás intérpretes exitosos iban a seguir por esa línea, ello no fue así.

A Pacho Rada se le reconoce como el padre del son, dicen que fue él quien le enseñó el compas de los bajos a Abel Antonio, a Alejo, a Luis Enrique y al mismo Andrés Landero; también cuentan que la primera grabación de un son la hizo el hombre de la Lira plateña y rey vitalicio del festival vallenato, hoy en día algunos acordeoneros en competencia hacen solos de bajo en este aire para demostrar el dominio y las habilidades con la mano izquierda.

Tanto la puya, como el son, merecen una campaña masiva que propenda por su rescate, ya que la llamada nueva ola del vallenato es muy poco lo que ha hecho en ese sentido, al parecer estas generaciones de compositores e interpretes les importa mucho más lo meramente económico que cultivar nuestras tradiciones y aires autóctonos.

Escrito por: Jorge Naim Ruíz Díaz
Fuente: El Pilón

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