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Pipe Peláez, un enamorado del vallenato

Cantaba seis horas diarias en las rutas de los buses, en Bogotá. Tabernas, bares y discotecas fueron testigos del talento de un compositor que transmite sentimiento y sabor vallenato. Desde entonces, han pasado diez años en los que se ha consolidado un proyecto musical llamado Felipe Peláez.

Las canciones no siempre reflejan sus vivencias. Unas han sido hechas por encargo y otras llegan de la inspiración, pero todas tienen algo en común: se convierten en éxito radial.

No simpatiza con el poco contenido de las interpretaciones que se escuchan en las emisoras. Prefiere tomarse su tiempo para estudiar minuciosamente la letra, darle ritmo y música. Es quizá ahí donde radica el éxito de cada propuesta que saca al mercado.

“Con Manuel Julián (acordeonero) somos muy claros en eso. Siempre tratamos de prestarle mucha atención a la letra y no seguir esa tendencia. Antes que cantantes, somos compositores”, indica Peláez.

Por eso, en vísperas de su siguiente trabajo discográfico prefiere armar una mesa de trabajo y evaluar cada composición.

En su visita a Cúcuta habló con La Opinión. De la gira que está terminando con el álbum Más que palabras, de su vida y otras curiosidades.

¿Cómo es Felipe Peláez?
Muy familiar porque es lo único verdadero que se tiene en medio de cualquier actividad. El que no tiene en cuenta eso, se lo lleva el que sabemos… Cada vez que puedo, hago cumbre familiar, los zampo en mi casa y disfrutó con todos.

¿Cuántas veces se ha enamorado?
Pocas veces. Siempre he dicho que a nosotros se nos dio el maravilloso oficio de contar historias. No todas las canciones son historias mías. A una sola persona le hice más de 50 canciones. Ese mito de que este ‘man’ cuántas novias ha tenido, no es así.

¿Qué lo inspira?
Aparte de las vivencias, que es lo más importante, nos inspira cualquier cosa que nos permita tener un grado de afinidad con nuestro público. Al fin y al cabo uno hace música para la gente, que quien determina si gusta o no gusta. Ese es el vínculo de identificación.

¿Cómo le cambió la vida?
Económicamente cambia, personalmente también. Unas por otras. Antes había mucho tiempo, pero no había como. Ahora hay como, pero no hay tiempo. Es una contradicción de la vida de artista. Al final, lo que prima es mi pasión y lo estoy disfrutando.

¿De compositor a cantante, qué tan contradictorio es?
Más que contradictorio lo veo consecuente. Lo reconozco y siempre lo voy a reconocer, no me considero intérprete. Gracias a Dios se han dado las cosas de manera chévere. Los dos oficios permiten vivir cosas muy distintas.

¿Se jubilará en los escenarios?
Voy a darle unos años hasta que vislumbre el resto del plan de vida. Estaré en la música hasta que Dios me lo permita, pero no en los escenarios. Espero estar produciendo, desarrollando mi empresa y disfrutando mi familia. Haciendo música en casa.

¿Qué recuerdos llegan cuando escucha hablar del Festival Vallenato?
Tremendos recuerdos. Llevo más de doce Festivales encima. De todas las épocas. Desde que íbamos a chismosear como compositores, de jurados, como invitado especial y ahora como artista. Es un trampolín cultural.

¿Y con Calixto Ochoa, el homenajeado de este año en el Festival?
Un gran maestro y uno de mis compositores preferidos. Le han grabado más de 2000 canciones. Yo llevo casi 250 temas grabados y todavía la pienso para sentarme a escribir. Es una cosa de locos, de gente que en su momento desafió el vallenato. Me da alegría que le estamos haciendo un homenaje en vida.

¿Qué aportan los juglares del vallenato a su vida musical?
Mucho. El tesón de Jorge Oñate es un ejemplo. Poncho Zuleta lleva más de 40 años cantando y sigue vigente. La humildad y grandeza de Jorge Celedón que ha traspasado fronteras. Es difícil que salgan otros modelos así.

¿Cómo ve la internacionalización del vallenato?
Excelente. Hemos ido mejorando. Si como género fuéramos más unidos tendríamos más cosas, pero creo que ha traspasado fronteras por sí solo. Por ser mágico, diferente, único, particular y auténtico.

Tenemos que seguir creciendo. A la gente le gusta el sonido del acordeón y lo que dicen nuestras letras. Los dominicanos y hasta los mexicanos nos fusilan casi todo porque agarran nuestras letras y las vuelven premio Billboard, portadas de revista. Es una ironía constante.

¿Y de la fusión que se está dando?
El vallenato se deja fusionar con todo. Es muy noble en esa parte. Considero que llevo la banderita de la fusión y me ha dado buenos resultados.

¿Qué viene en su próxima producción?
Serán letras que llegan al corazón con facilidad, sin caer en lo cursi. La gente podrá escuchar esa exploración de nuestra música. Ya estamos preseleccionando las canciones. En una semana podríamos empezar a grabar. Vamos a grabar con calma. Además, esto se pone bueno porque vamos a salir todos al mismo tiempo. La buena competencia genera calidad.

¿Qué tan difícil es imitar a Felipe Peláez?
No es difícil. Ojalá que a este muchacho, Saúl Segundo Santamaría, le vaya bien. Y si vienen otros, bienvenidos sean. Lo importante es que lo hagan creyendo que están haciendo buena música y un buen producto. Como reality obviamente que pulan su personaje. Es un concurso de imitadores, no de cantantes.

¿Qué pensó cuando lo llamaron de ‘Yo me llamo’ para elegir entre dos participantes?
Me reí mucho. Pensé esto era lo que me faltaba. Ese día vieron en televisión dos, pero eran 23 en todo el país. Y eso me llenó de alegría que entre tantos artistas se decidieran por mí. Me da orgullo.



Fuente: El Universal

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